martes, 16 de marzo de 2010

Ave de mal agüero

Nicolás sintió que le picaba un huevo y llevándose la mano derecha en dirección a sus genitales la deslizó por debajo de sus calzones y rascó. Se quitó los calzones, quería estar desnudo.
Abrió los ojos y fijó la vista en la inmensa mancha de humedad que se dibujaba en el techo. Le gustaba mirarla, en ocasiones encontraba figuras de montañas, o rostros y cosas así. Era una buena forma de pasar el tiempo. Volvió a estirar el brazo buscando la botella de whisky pero no estaba ahí. Su chica tampoco estaba ahí. Se sintió bien por ello. Por estar solo.
Se levantó, encendió un cigarrillo y salió de la habitación:
-Mierda ¿Dónde dejé la botella? Bufaba mientras con los pies corría del piso algunos pantalones, corpiños y remeras.
-Esto es un quilombo -pensó-esta mina tendría que ordenar un poco. Bueno, yo también podría ayudarle.
Encontró la botella junto al sillón, fue a la cocina, lavó un vaso, metió un hielo, sirvió la bebida y antes de cerrarla le dio un trago “del pico”.
Volvió al living y se sentó en una silla a observarse la panza mientras bebía pequeños tragos y pensaba en la razón por la cual las cosas que sucedían a su alrededor no le importaban para nada. No era feliz, pero tampoco estaba triste. Sólo permanecía ahí sentado bebiendo mientras el mundo giraba en movimientos de rotación y translación sin que nada pudiera detenerlos. Ni al mundo… ni a él.
Pero el problema no era el planeta, el problema era la gente que lo habitaba; y eso Nicolás, lo tenía bien claro.
Comenzó a escuchar un ruido, una especie de sonido de una humanidad particular que provenía del baño. Le puso atención y logró darse cuenta de que se trataba de gemidos. Gemidos femeninos.
Los sonidos iban en aumento y Nicolás se sintió un tanto excitado, tal vez interesado. Se zampó un buen sorbo y se miró la verga. Nada… blanda y sin vida yacía hacia un costado apoyándose en su gorda entrepierna. Entonces la excitación y el interés se esfumaron por completo en otro trago.
Y los gemidos que provenían del baño se hicieron más prolongados y fuertes repitiéndose una y otra vez hasta que un pequeño alarido lo silenció todo.
Se oyó la cadena del baño, la canilla abriéndose, la canilla cerrándose y el picaporte girando y la puerta dejándola salir.
-ah… estabas acá -le dijo mientras se pasaba una toalla entre las piernas y una tira de su remera blanca se deslizaba por su hombro.
-¿Qué hacías? -preguntó Nicolás sin siquiera mirarla.
-Nada.
-¿Nada?
Tomó su cartera y buscó los cigarrillos. Cigarrillos de esos largos. Encendió uno, dio una calada ofuscada y exhaló.
-¿Sabés qué estaba haciendo?
A Nicolás no le gustó ese tono. Ese tono tan molesto que tenía ella justo antes de entrar en la más profunda de las furias. No sería una mañana tranquila ni para él, ni para nadie más en el edificio. Entonces todo estalló.
-¡ME ESTABA PAJEANDO! ¿¡ENTENDES AHORA!?
Nicolás sorbió otro trago.
-No grites…
-¿¡QUE NO GRITE!? ¡ME ESTOY PAJEANDO PORQUE MI NOVIO ES UN BORRACHO Y NI SIQUIERA PUEDE COGER!
Se escuchó cómo alguien golpeó la pared desde el departamento de al lado. Ella contestó con golpes más fuertes.
-¡ANDATE A LA PUTA QUE TE PARIÓ!
No hubo más golpes.
Suspiró y la vena en su frente desapareció. Dio otra calada al cigarro mientras lo miraba fijamente, lo observaba ahí sentado desnudo mirándose la panza bebiendo whisky con esa barba de meses, con días sin bañarse, con la mirada perdida en la pared blanca:
-¿Qué te pasó?
El no contestó.
-Vos me lo prometiste Nicolás, me dijiste que nunca ibas a cambiar, me prometiste viajes, me prometiste fiestas, me prometiste risas, alegría, canciones, shows.
-Si, lo sé; Dame tiempo… no estoy en un buen momento.
-Nicolás, ¡HACE DIEZ MESES QUE NO ES UN BUEN MOMENTO!
-No sé que es lo que querés que te diga -contestó mientras con la mirada buscaba algún par de pantalones. Halló unos jeans celestes, a el le gustaban esos jeans y sobre todo le gustaban combinarlos con su remera de Bukowski gris o una de Héroes del Silencio color negra. Las cosas simples de la vida eran lo que lo hacían feliz. ¿Y cuales eran? Encontrar una cerveza en la heladera al despertar sin saber que todavía quedaba, o un cigarrillo entero en la vereda cuando caminaba sin rumbo. Una mujer cruzada de piernas en un bar, un escote en el subte, cruzar por una esquina con la luz verde y llegar a la otra y que esta también este en verde. Un tipo fácil de complacer.
-No quiero que me digas nada ¡quiero que hagas algo! No hacés nada, ya no escribís, ya no cantás, ya no salís, no trabajás, lo único que haces es tomar y tomar. No podes conseguir marihuana, no podes conseguir “merca”, no tenés amigos, y no me das ni bola. ¡Estoy harta! Se levantó de la silla y enfurecida abrió las cortinas y ventanas:
-¡Quiero luz!
-No me gusta la luz.
-¡Quiero aire!
-No…
-Ya no lo aguanto más -se aproximó a él y acarició su mejilla- me voy.
-Por favor… no te vayas. La tomó de la mano y la besó mientras una lágrima comenzó a rodar por la comisura de sus labios. Ella se apartó con dirección a la habitación. Él la siguió.
Colocó una valija sobre la cama mientras una luz tenue entraba por las rendijas de la persiana. Comenzó a vaciar el placar mientras Nicolás la observaba sentado en la punta de la cama donde todo había sido hermoso una vez “lo que hoy es puro mañana está podrido”
-No voy a poder vivir sin vos.
-Vas a estar bien…
-Te juro que si te vas me corto el cuello.
Ella salió del cuarto y buscó las prendas que estaban regadas por el piso. Entró nuevamente en el cuarto.
-No me hagas esto Nicolás.
-Dame otra oportunidad; por favor.
Terminó de armar el bolso, se vistió mientras Nicolás quería de alguna forma impedir que se fuera, pero no tenía fuerzas, no entendía por qué no la retenía, porque no le mostraba que podía mejorar.
Ella tomó el bolso, lo miró a los ojos y supo que nada tenía que hacer al lado de este tipo. Él se metió en la cocina, tomo un cuchillo y se lo puso en la garganta:
-Te lo juro, si te vas me mato.
-No Nicolás, no te vas a matar. Chau -y la puerta se cerró.
El chuchillo permaneció en el cuello durante unos minutos y luego lo colocó sobre la mesa.
Todo estaba en silencio, todo había terminado, el fracaso inundó todo el cuarto mientras unos pájaros comenzaron a hacer sonidos desde la ventana. Nicolás se sirvió otro trago y continuó mirándose la panza. Panza de cerveza, de whisky, de poca comida.
El teléfono sonó pero Nicolás no atendió, el aparato cesó. Segundos después volvió a sonar, tampoco atendió.
Una tercera vez se escuchó el aparato. Esta vez atendió:
-Sí…
-Buena tardes con el Sr. Nicolás Sastre -la voz tenía un acento español
-Soy yo…
-Lo estoy llamando de “Estrellas de Limbo”
-Y…
-Bueno Ud. nos mandó un material hace unos 10 meses
-Y…
-Joder tío ¡QUE QUEREMOS EDITAR SU DISCO! Mire; anote esta dirección y vaya a esta oficina para le den más detalles. ¡FELICITACIONES!
-Gracias.
-Sr. Sastre… vaya con buen aspecto; sospecho que Ud. no se fija en ello.
Nicolás anotó, colgó y se quedó mirando la ventana mientras los pájaros parecían sonreírle o tal vez era la vida la que lo hacía. Y todo estuvo bien.

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