viernes, 29 de enero de 2010

Chateando

El zumbido del aire acondicionado, comienza a tener un ritmo
acompañado por los dedos presionando las teclas.
La tarde misma se aburre, de no escucharnos decir una palabra.
Todos los días son iguales en la oficina.

Y la pantalla me absorbe, me requiere,
quema mis ojos y mi alma.
Deseo una cerveza para calmar la bestia.
Luego Ella se conecta.
Charlamos, y escribo unas pocas palabras.
Perjura que son lindas palabras
pero yo sólo escribo lo que quiero decirle.
Lo que me gustaría decirle.

Le da conexión a su cámara web,
siento algo, que no sucede a menudo y mucho menos por Internet.
La miro a los ojos, y ella mira a la cámara,
siempre está diferente,
siempre tengo ganas de verla.
Su pelo baja por sus hombros,
sonríe con todo su ser,
yo también le sonrío, pero ella no me ve.

Trato de parecer indiferente a las ganas de tener una oportunidad con ella
para decirle que todo es mucho más simple de lo que pensamos,
que no necesitamos la mayoría de las cosas que tenemos,
que con dos, basta y sobra.
En fin…

Llega la hora de despedirnos, nos desconectamos
y el aire acondicionado sigue su ritmo,
las teclas vuelven a escucharse fuerte.
La bestia vuelve a rugir en mí
y los días en la oficina, continúan iguales.

¿Qué te gusta de una mujer?

El único bar del pueblo había cerrado unas dos horas atrás y nos encontrábamos todos en un garaje de alguna casa bebiendo cerveza; bailando y esas cosas. Bueno, yo no bailaba. Me preocupaba que se acabara la cerveza, así que decidí sentarme junto a la heladera para tenerlas más a mano. Junto a mí, había una chica. No tenía mucho interés en ella y supongo que ella tampoco. Sólo me preocupaba recargar mi vaso y, ya que estaba, el de ella también. Mientras me disponía a una quinta o sexta recarga, ella se acercó e hizo una pregunta mientras le tambaleaba la mano de la borrachera:
-¿Qué te gusta de una mujer?
No comprendo por qué alguien pregunta eso a las 10 de la mañana. No respondí.
El lugar estaba muy viciado, el humo era espeso y comencé a sentirme enfermo. Hacía muchas horas que estaba encerrado y sin dormir. El cuerpo pedía a gritos descansar y esta vez le di el gusto y me fui a dormir.
Hay una chica, compañera de teatro. Recuerdo la primera vez que la vi en el taller. Yo venía desvelado hacía varios días pero me había anotado en un papel la dirección, la fecha y la hora a la que tenia que asistir al taller. Colgándolo en la puerta de la heladera para no olvidarlo, así que ahí estaba yo por empezar teatro.
Y ahí estaba ella, hablaba de algunas cosas con los otros integrantes, reía, se abrazaba con ellos. Me gustó verla y escucharla reír. Se mantuvo parada, inmersa en una charla con alguien bajo una de las luces dicroicas del lugar, el cual le daba un brillo muy atractivo.
Es más alta que yo, supongo que habrá sido la más alta de su clase. Sobre sus hombros el pelo caía casi perfectamente en volumen y brillo. Los ojos de un marrón intenso se combinaban con cejas y pestañas oscuras. Todo ello construía una mirada muy especial, a veces ella no se da cuenta, pero me gusta mirarla a los ojos.
Me detuve a mirar su nariz y boca, percatándome de la finura de sus labios, que durante los días que siguieron, se apoderaron de todo mi interés. Todo ello en compañía de una blanca y sincera sonrisa.
La piel morena recorría un cuerpo por demás llamativo, de líneas curvas y un prominente escote que, debo admitir, ha atrapado la dirección de mis ojos en más de una ocasión.
Con el tiempo pude charlar con ella. No era fácil, comprendí que era una persona introvertida, de esas personas que les gusta observar y escuchar. Observar y escuchar te hace sacar mejores conclusiones de las situaciones o las personas. Por mi parte hice lo que siempre hago: mostrarme realmente como soy.
Nuestras charlas se hicieron un poco más seguidas. Ella hablaba y yo escuchaba con atención, tratando de responder lo más neutral y preciso posible. Al hablar con ella sentía la necesidad de aplacar sus dudas. Se podía ver un poco de melancolía en sus ojos.
No tengo muchas personas que signifiquen algo para mi, pero aquellos con los que estreche fuertes lazos, fue sólo por un momento único. Cada persona que conozco tiene un momento único. Un momento en el cual todos mis sentidos están al cien por ciento, una situación que me hace decidir que quiero la compañía de la persona.
En su caso, recuerdo cuando leyó en voz alta uno de los cuentos que escribí.
Todas y cada una de las comas y puntos perfectamente respetados, la intensidad con la que relataba los párrafos era la justa. Era la primera vez que alguien leía en voz alta algo de mi autoría; y fue muy lindo.
La pasaría bien con ella. Nos imagino recostados en algún pasto verde fumando algo y tomando Fernet a la orilla de un río en compañía del verano. Pero en fin…
Ya es mediodía en Catamarca, y mis tíos están preparando todo para un asado. No estoy en muy buenas condiciones pero voy a hacer un esfuerzo y quedarme despierto. Será otro día más sin dormir.
Supongo que esas son las cosas que me gustan de una mujer, es ese tipo de mujer la que me atrae. Es sólo que no tenía ganas de decírselo a una borracha y desconocida. Pero le doy crédito, fue una buena pregunta