viernes, 26 de febrero de 2010

Mito

Hay un suelo en el que nadie quiere dormir
Existen mil cervezas que nadie quiere beber
Y todos se buscan; en miradas, en silencios,
Queriendo ser felices.

Míralos a los ojos, muéstrales tu furia
Hazles conocer la muerte y la soledad que habita en ti
Sube la guardia, construye un muro y hazte chiquitito
Deja que la oscuridad te tome de las manos
Déjate llevar por ella

Publica tus cuentos
Aunque pierdas un amor
Aunque la gente te odie
No duermas, no comas
Escribe canciones desgarradoras y tristes
Embriágate y súbete a cantarlas en el escenario

Aléjate del público estúpido
Quítate las palmadas del hombro
No escuches los aplausos, decántalos
Suda, maréate, vomita.

No guardes dinero
No compres casas
No hagas planes
No ames tu trabajo

No discutas, no pierdas tu tiempo
Solo diles “eres un imbecil”
Que caminen lejos de ti
Que se hagan a un lado cuando vas por la vereda
Que se levanten de la mesa cuando llegues.

Transita como un vagabundo
Escribe sobre todo ello
Y muere como un mito
Pues habrás vivido como nadie jamás se atrevió.
Y eso te convertirá en una leyenda.
Una leyenda desconocida… que jamás será olvidada

jueves, 25 de febrero de 2010

Beber y Llorar (Canción)


Sendero peligroso difícil de descifrar
No te vi venir tu sonrisa se apoderó de mí
De mis ganas de volar
De mi buena soledad

Aléjate de aquí ya no puedo soportar
Otro segundo así otro día de rencor
No quiero nada de ti
Déjame llorar aquí

Por tus caricias, falsas caricias
Por tus ojos, mundanos ojos
Por tu sonrisa… macabra sonrisa

No quedaba mucho en mí cuando trajiste tu aroma
Erizando mi piel ¡como no lo presentí!
Ya te va a tocar
Déjame beber aquí

Por tus caricias, falsas caricias
Por tus ojos, mundanos ojos
Por tu sonrisa… macabra sonrisa

viernes, 19 de febrero de 2010

Elvis Presley y Charles Bukowski

En su cumpleaños numero 57 Charles Bukowski estaría, seguramente, ebrio en algún concierto de poemas, o dándole duro a la máquina, escupiéndole a la vida.
Esa misma noche, a las 3 a.m. de la mañana del 16 de Agosto de 1977, a los 42 años, Elvis Presley fallecía al costado de su inodoro.
Siendo un gran seguidor de ambos, todavía me pregunto si Dios había tomado una buena decisión.
Tal vez, si les ubiese preguntado:
-Muchachos: ¿cuál de los dos quiere venir?
Elvis responderia:
-Iré donde tu me lo indiques Señor, sólo prométeme que cantaré toda mi vida -inclinándose y elevando su capa, la cual brillaria de tantos diamantes.
-Y tú Charles, ¿quieres venir?
Charles, sorbiendo su cerveza, tomarÍa de las pelotas a Dios y mirándolo a los ojos diría:
-¡Cabrón déjame tranquilo, voy a follarme una pendeja de 18 años a los 80. Además, no creo que seas Tú quien me venga a buscar asi que ¡LARGATE!
De cualquiera manera, Dios suele equivocarse.

El Monstruo


Debe ser difícil hacer las cosas correctamente. Comportarse como se debe, lo he intentado en varias ocasiones. Pero las cosas no salen como las espero.
Por aquellos días tenía encuentros con Rita, del tipo de mujer que siempre me rodea, congeniábamos bastante bien. Excesos, alcohol, buen sexo sin saludos ni despedidas.
Estar con Rita era fácil, ella jamás preguntaba nada, y sólo se preocupaba por mantener su copa llena, fumar un poco de marihuana o aspirar unas líneas. Era extraño, yo no sabia siquiera dónde era su casa, o de su familia o si estaba triste, no sabia nada de ella. Eso me tenía aun más tranquilo y despreocupado, como me gusta estar.
Una mañana de resaca desperté en una vereda, el sol pegaba fuerte en mi cara, de fondo podía oír los autos y colectivos que comenzaban a transitar la mañana de Trelew. Una blusa roja se paró justo frente a mí, no dije nada, temí arruinarlo, la figura se veía bastante bien.
–¿Necesitas algo? -preguntó, y comprendí que estaba durmiendo en la puerta de un kiosco. Le dije que no, me paré y sacudí mis pantalones. Le sonreí ella devolvió la sonrisa.
-¿Te sentís bien? -indagó otra vez. Notó que había sido una noche larga y se ofreció a darme agua y unas pastillas. La charla empezó, y comencé a sentirme mucho mejor, yo hacia chistes y ella reía, estábamos conectándonos, se sentía en el aire, los clientes del kiosco también podían verlo. O tal vez se preguntaban si habría que llamar a la policía teniendo en cuenta mi mal aspecto.
Su nombre era Marina. A medida que los días pasaban, comenzamos a vernos más seguido, frecuentaba mi casa, nos divertíamos, no llevábamos la misma vida, pero todo cuadraba bien. Cocinaba para mí, ordenaba el cuarto, alquilábamos películas. Teníamos charlas interesantes, de literatura, música. Le encantaba escucharme cantar. Y siempre repetía: “¿me vas a escribir una canción?”.
Yo sólo sonreía y la besaba.
Como de costumbre, Marina se iba a dormir temprano:
-Descansa León, no salgas, no te hace bien –tomaba mi mano me besaba y cruzaba la puerta.
Tenía una forma muy especial de hacer las cosas, pedía permiso para todo, se vestía combinando los colores, siempre bañada y perfumada, una buena mujer, una buena persona. Difícil de encontrar.
Cuando se iba, la cosa se hacia difícil, la tristeza y la soledad invadían la casa entera y sólo era cuestión de minutos para que llegase Rita, ebria y tambaleándose entraba en casa sin aviso, con 3 cervezas en la mano, gritando:
-¡Dale gordito! Levantate, ¡hoy salimos de conga!
-Estoy un poco cansado…- respondía, intentando hacerme el dormido.
-¿Cansado?... bueno entonces me voy a quedar acá bebiendo sola escuchando música por si llega algún amigo tuyo. ¡Así la paso bien!
Ponía la música a todo volumen, se servia dos vasos, bailaba y cantaba hasta que ya no podía evitarlo, me levantaba y la acompañaba:
-Bueno, pero sólo un vaso, y te vas.
-Dale ¡Me parece bien!
Cerveza y una linda mujer. Una combinación que no podía evitar.
Al otro día sonaba el teléfono, tenia la cabeza aturdida por la resaca, y Rita dormía apoyada en mi brazo, al cual lo sentía entumecido. La corrí, ella simplemente se dio vuelta y siguió durmiendo.
-Hola León, te llamé temprano, pero no atendiste, pensé que habías salido a algún lado.
-Hola Marina, me quedé en casa. Estaba durmiendo -contesté mientras me ponía los calzoncillos.
-Ah bueno, te quería invitar a cenar hoy, ¿te gustaría?
-Si, me gustaría, tengo que hacer unas cosas a la tarde, y después paso por el kiosco ¿OK?
-¿A la tarde?
-Sí, más bien a las seis de la tarde, tengo que llevar unos trabajos al instituto.
- León…son las ocho de la noche.
-Uh…entonces tendré que dejar lo del trabajo para mañana.
Se la notaba afligida, pero sabía que no teníamos ninguna relación formal. No estábamos comprometidos, así que cualquier pregunta o cuestionamiento, no era adecuado.
-Marina; si no querés que vaya, lo entiendo.
Suspiró, y echó una hermosa risa:
-¿Te vas a perder unas milanesas a la napolitana?, ¡te espero a las 10!
-Ahí estaré, te mando un beso.
Colgué.
Rita despertó, se cambió, levantó su cartera y se fue. Nunca se despedía, no saludaba ni nada. Sólo se levantaba y se iba. Me parecía bien.
Paseando con Marina una tarde de marzo, noté que no habíamos cruzado ni una palabra en todo el paseo, a decir verdad hay veces que permanezco completamente en silencio, durante todo el día, pero sentí que ella tenía algo para decirme.
-¿Te pasa algo? -pregunté. Me miró e hizo una pregunta que no esperaba:
-¿Te gustaría que estemos juntos?
-¡Estamos juntos!- le dije mientras la tomaba de la cintura.
-Sí, ya lo sé, pero algo más serio.
Mi cara se transformó.
-¿Novios? -le dije…
-Sí…-
Lo pensé un momento, la miré, era hermosa. Los dientes eran perfectos, un hermoso cuerpo. Como un ángel, que me cuidaba, quería cuidarme, al menos hasta que supiera quién era realmente.
-Creo que estaría bien –respondí.
Me abrazó, y me dijo:
-Te quiero, vamos a ser felices.
Me sentí muy bien, le respondí lo mismo. Lo merecía, la verdad, no soy tan malo ¿Por qué yo no podría tener una persona así a mi lado? Sería bueno para mí estar más tranquilo, y ella era la persona indicada.
Indudablemente pocas veces he podido hacer las cosas correctamente, y esta, no era la excepción.
Un par de semanas bastaron para darme cuenta de que no podría estar con alguien como Marina.
-Salí hoy con tus amigos León, yo salgo con las chicas- me dijo mientras cocinaba algo que olía exquisito.
-Mmm, bueno dale, nos vemos en “Marga” cualquier cosa.
Después de cenar me dispuse a contactar a los muchachos. No era difícil, seguro estarían en el bar. Sobre todo Hank.
Indudablemente estaba en la barra:
-Hank…
-Cabrón…- me dijo mientras con una seña pedía otro vaso.
Como de costumbre hice un fondo a mi primer vaso de cerveza, me gusta beber rápido.
-¿Cómo va todo?
-Todo muy bien, haciendo… nada -respondió al tiempo que recargaba mi vaso.
Y así nos quedamos. Me gusta pasar tiempo con Hank, es un gran amigo y un muy buen escritor, a veces pasamos tiempo hablando y bebiendo. A veces sólo bebemos sin hablar, y a veces bebemos, se levanta y se va. No me molesta, así es Hank, a los demás si, pero a mí no me molesta.
En algún momento de la noche decidimos irnos al “Establo”. Seguimos bebiendo, y allí apareció:
-¡Hola gordito! ¿Cómo estás?
¡Puta madre! Por qué carajo se tenía que aparecer, encima vestida así ¡con las tetas al aire!
-¿Qué haces Rita? ¿Cómo estás?
Hank me miró, levantó la ceja y desapareció. “Hank, cabron, me las vas a pagar”.
-¿Qué estás tomando? ¿Me convidás?
Así comenzó todo, el baile, el contoneo, el escote bamboleándose. Yo miraba para todos lados, rascándome la cabeza y bebiendo aun más rápido. Ella, me miraba fijamente a los ojos. Bebí, bebí y bebí.
El teléfono me despertó:
-Hola amor, no te vi anoche ¿te fuiste a Rawson? Eso me dijo Hank.
No recuerdo bien qué respondí, la sola idea de mirar al costado de mi cama me estremecía.
-Te espero hoy en casa, besos, te quiero.
-Hasta luego -y colgué
Rita despertó, se cambió, agarró su cartera y se fue, como siempre, sin despedirse.
Estaba sentado al costado de la cama, tenía que hacer algo, y lo decidí. Fui a la cocina, abrí un vino. Celular en mano, le mande un msj:
“¿podes venir a casa?, tenemos que hablar”. No sabía qué le iba a decir, una vez más, las cosas no salen como las espero.
Bebí un par de vasos y sonó el timbre:
-Pasá, está abierto.
Entró, se veía más linda que nunca, sonreía, radiante. Traía unas facturas, así que calculo, eran como las seis de la tarde.
-Ay León, estás tomando a esta hora, te hace mal y lo sabés -tomé su mano y la senté en una silla.
-¿Qué pasa?
Cómo explicarle la clase de persona que soy, cómo decirle que la había engañado anoche. No quería que me perdonara, me sentía mal, una basura, un Monstruo.
-Ya no quiero seguir, se terminó…
Sonrió asustada.
-Ah… ¿es una broma?
-No…-
-Y… ¿por qué?
-Anoche estuve con otra mujer, no sé cómo pedirte perdón, y no tengo explicaciones, así soy yo, un Monstruo -me soltó la mano, se paró.
Antes de irse me dijo:
-¿Sabés algo?, pensé que me habías llamado para otra cosa.
-¿Eh?
-Pensé que era para saludarme, hoy es mi cumpleaños -se fue, nunca más volví a hablar con ella.
Me senté, terminé la botella de vino y me fui a dormir.

Inspiración

Esa alegría,
ese estado de satisfacción que siente el ser humano cuando ve terminada su obra.
Una tesis, un poema, una canción, un hijo.
La inspiración es, sin duda, el tesoro de aquellos que sienten pasión por lo que hacen.
Es el lenguaje del alma.

A veces se pierde, un tiempo, puede ser corto o largo.
Pero siempre se hace eterno, triste y confuso.
La esperamos, lápiz en mano, guitarra en mano.
Pincel en mano, bebida en mano.

Besos, abrazos, miradas.
Si todo está inspirado nunca será olvidado.
Por eso te digo, no, mejor te pido:
háblame con inspiración, mírame con inspiración.
Bésame con inspiración.
Para que así, nunca pueda olvidarte...nunca.

Voy a dejarte

Voy a dejarte, ya no podemos estar juntos.
Tú no me das nada, y yo… lo doy todo.
Me das dolores de cabeza, gasto todo mi dinero,
haces que haga el ridículo. Ya está, no me siento bien,
esto se tiene que terminar. Voy a dejarte.

No podré escribir, ni componer como antes,
¡Pero es que vas a matarme!
Y no quiero morir. Soy demasiado joven para morir.
No quiero temblores, ni hospitales, ni recuperaciones.
Vamos a tomarnos un tiempo.

Sé que no vas a venir a buscarme, y seré yo, el que de el primer paso.
Y cuando lo haga, vas a sonreír,
y estarás en mi vida… otra vez.
Es tiempo de abrir los ojos, y verlo todo.
El sólo pensarlo me da miedo, rabia.

Tendré que aguantar sus caras, sus palabras,
¿Por qué no podemos estar juntos toda la vida? No, no podemos.
Tal vez alguna mujer llegue a mi vida, para intentar arreglarlo todo.
Pero no lo sé, he perdido tantas por tu culpa.
-¡No lo hagas León!
-Tengo que hacerlo Charles…
-Hijo de puta, cobarde…
Así que voy a dejarte.
Voy a dejarte, tengo que dejarte, tengo que dejarlo…
Tengo que dejar de beber alcohol.

¿Por qué no?

¿Por qué no, cruzar la 9 de Julio mirando las nubes?
¿Por qué no, bajar en Morón a las 3 AM?
¿Por qué no, mirar las tetas de esa mujer?
¿Por qué no, desafiar a su novio gigante?

¿Por qué no, perder mi trabajo?
¿Por qué no, seguir escribiendo?
¿Por qué no, embriagarme hasta morir?
¿Por qué no, llamarte esta tarde?

No... eso sí es peligroso.

Equilibrio

Amaneció, como todos los días, me serví una copa, prendí un cigarrillo escuchando atentamente el sonido rasposo del encendedor. Ya con el cigarro en brasa, respiré profundo dejando que mis pulmones saboreen la primera calada de humo.
El encendedor, un objeto que perteneció a ella, tiene unos dibujos “animé” que lo adornan, lo tomé fuerte en mi mano, llevándolo a mi frente, como queriendo transportarme al mismísimo momento en el que aquella mujer de Rumania me lo dio.
En la cama, hay otra mujer, durmiendo, respirando, roncando. Se la nota cansada, yo también lo estoy. Su cama, que en realidad es un colchón en el piso, es grande y nuestras ropas están por todo el lugar. Noto que algo me molesta en la espalda, es un paquete vacío de preservativos. Ella todavía duerme.
Por la ventana, se ve una construcción, y hombres trabajando, ellos pensando seguramente en sus cosas, en sus deudas, en sus mujeres, sus hijos, sus borracheras. Y yo aquí, con una mujer en una cama en el piso de un departamento en Palermo, con un vaso de cerveza en la mano, con mi voz gastada de tanto hablar, cantar, y, si mal no lo recuerdo, llorar. Me siento un maricón.
La chica del encendedor, con su pelo castaño, con sus anteojos de marco negro, con su piel blanca, decidió que ya no era importante escribirme, que ya no era divertido leer mi correo, que en Argentina, nunca hubo ningún “León”.
Y esta otra mujer, en su cama, durmiendo, y yo pensando en aquella otra, que esta lejos, que ya no me recuerda.
No se si despertarla, no sabría que decirle.
Me visto despacio, primero mis pantalones, luego la remera, y las zapatillas. Hago unos buches con agua, enciendo un segundo cigarrillo, bebo un segundo trago de cerveza, tomo mi guitarra y me voy.
Sigo pensando en la mujer del encendedor, en la mujer de los aros olvidados en mi cuarto, en la mujer de “Pequeña de Rumania”.
El vacio que dejaron sus pocas palabras en español es demasiado grande. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Cómo es que alguien pudo meterse en mi vida de esta forma?
El sol pega fuerte, al menos la resaca fue esquivada con esa cerveza que bebí al despertar.
No habrá nunca forma de saberlo, una vez más, ellas se van, y nunca regresan. Tal y como yo lo acabo de hacer, me fui, y jamás volveré a ese departamento en Palermo. Todo tiene su equilibrio… Mientras aquella mujer sigue durmiendo y yo, pienso en mi “Pequeña de Rumania”.

Tal vez necesite un angel

Tal vez necesite un ángel
Doy vueltas en mi cama,
toco un poco la guitarra.
La soledad se queda conmigo,
hace tiempo esta conmigo.

Camino por el cuarto,
hablo solo y escribo este poema.
Miro sus fotos, miro mis fotos.
Estoy sudando.

Y pienso en mujeres,
música, Bukowski,
y muerte.
De pronto estoy asustado, tengo miedo.

Miedo...y frío.
Tal vez, necesite un Ángel,
o tal vez, necesite un trago.

Val

Y sí, a veces hace falta ver la realidad
Salir al mundo exterior, y mirar a los ojos a la gente
Hacen falta charlas de política, discusiones subidas de tono.
Beber cerveza, y discutir…sobre nada.
A veces es necesario no tocar la guitarra.

Estar atento, a que llegue alguien.
Que tenga ese pensamiento, que te deslumbre
No importa la edad, porque la edad nunca se aparenta.
Solamente hay que mirar a los ojos y sonreír.

Hace falta perderse en un edificio con esa persona.
Salir ebrio y que el frío desoriente.
No sé, me hubiese gustado besarla, pero no lo hice.
Hace falta conocer a alguien así.
De esa forma, uno se da cuenta cuánto duele estar solo.

Ellos

No soy un tipo presentable, la verdad hace tiempo no me ocupo de mí.
Mi ropa nunca esta planchada, tengo barba de varios días.
Mi cuarto está siempre desordenado y excedí mi peso en varios kilos.
Puedo oírles, celebrando mi caída, mi derrota, mi decadencia.

Pero están equivocados, ¿para qué tener todas esas preocupaciones?
Ropa planchada, afeitarse, orden, mantener la figura.
Lo único que mantengo limpio es mi cuerpo.
Tengo que convivir con él todos los días de mi vida,
Y no me aguanto sus malditos olores.

Con mi cuarto es diferente.
Si está inhabitable simplemente abro las ventanas, cierro la puerta y me voy.
No puedo “irme” de mi cuerpo, así que trato de que huela bien.
Me siento liberado, mientras ellos estudiaban, yo bebía cerveza.
Mientras ellos planchaban sus camisas y ordenaban sus cuartos,
Yo dormía con sus novias, hermanas, y madres.

Ellos allá y yo acá. Mundos diferentes.
Lo recuerdo, alguna vez pertenecí a “ellos”,
Era divertido, hacía el amor más veces que ahora.
Pero no me preocupa. Me molesta el orden, me limita.
Jamás volvería a perder segundos de mi vida doblando una remera.
Y nunca permitiría que alguien lo haga por mí.
Sigan así, estudiando, limpiando, afeitándose,
Ríanse de mi, puedo oírlos... son Ellos.

Olvido

Charles dijo:
“no sé cuántas cervezas bebí mientras esperaba q las cosas mejoraran” en fin...

Hace tiempo olvidé las cosas que pretendía mejorar,
Tal vez hayan mejorado, sin darme cuenta.
El cielo sigue siendo igual, las calles son las mismas,
El frío, el calor, se sienten igual.
Nada ha cambiado.
Pero me miro al espejo, y los cambios están a la vista,
Me entristecen, pero me hace más fuerte.

Sin embargo... ¿cuándo fue que comenzó todo esto?
No lo sé, lo olvidé.

Sol de Noche

Sol De Noche

Sin monedas, tengo que caminar.
Siento el alma agotada, y las luces cierran mis ojos.
No hay forma de evitarlo.
Sin monedas, tengo que caminar.

Llega a mi pensamiento, a mis manos.
Puedo escuchar su voz, aunque todo sea terrible alrededor
Puedo sentir su aroma, aunque nunca lo sentí realmente.
Las bocinas y las puteadas se convierten en su risa, cálida risa.

Todo mejora, veo su rostro, aquí y allá.
Armo diálogos y sueños, de amor, de amigos
De cerveza, de mejillas frías
Sin monedas, tengo que caminar.

Mi cara sonríe, le diré que la quiero,
Le diré que es hermosa y única.
Sin monedas, y sin darme cuenta caminé 60 cuadras
Llegué a casa. Voy a calentar la sopa, y a escribirle una canción.

jueves, 18 de febrero de 2010

El Camino Del Exceso

¿Querés venir? ¿De verdad?
Pero acá no hay mucho para hacer.
Trancitas con los ojos hinchados,
Párpados pesados, y la lengua acartonada
Los pasos no tendrán eco
No aprenderás nada, todo entra y sale con mucha velocidad
Frente a tus narices, dentro de ella

No hay charlas, sólo alaridos
No hay besos, sólo lenguas lamiendo
Botella, lapicera y papel como únicas armas
Los dientes no cortan, no sienten


Te diría que te alejes, que te cuides
Pero mi cara caería a pedazos de vergüenza
No te invito,
Sólo mírame, haceme un paneo entero
Amigo, yo no decido si vienes o no.
Aquí no hay puertas de entrada

Pero voy a decirte algo...
Anda a tu casa, y que cada poro de tu cuerpo
Disfrute del aroma alentador y la suavidad
De una prenda planchada
Anda a tu casa, mira a tu familia a los ojos
Abrázalos, sumergite en ese amor
Mirate al espejo, acomoda esa camisa Legasy,
Echate perfume ¡VIVILO!

Amigo, aquí no hay nada de eso
Las sombras son eternas, el gotero retumba en tu nuca
Y las mujeres son muchas
Y las mujeres son pocas
¿Sonreír? Solo si un completo extraño, toma tu hombro
Y con dulzura recita: "Yo pago el próximo Whisky"

El Camino Del Exceso amigo
Nadie debería estar aquí, pero estamos
¿Y sabes que hay?
Mi cara, mirándote fijo a vos en un banco largo junto a mi
¿Y sabes porque?
Porque esta es la cuarta cerveza que te invito
Y vos, no pagaste ninguna
¡CABRÓN!

Cosas estúpidas y sin sentido.

Cuántas cosas estúpidas y sin sentido puede decirse una pareja...
"Te amo", "no te amo", "lo amo a él", "vamos a casarnos",
"te odio", "sos la única persona para mí", "no imagino mi vida sin vos",
"me asfixiás", "no es lo que parece", "no lo volveré a hacer", y tantas otras más.

¿Para qué perder nuestro tiempo?
Vamos de relación en relación
escuchando y diciendo una y otra vez lo mismo.
Durante años.
Olvidar lleva mucho tiempo.
Tal vez por eso estoy solo...

Mierda; tengo la necesidad de decir "cosas estúpidas y sin sentido".

Almas Perdidas

Era hermosa, parada frente a mi sonreía y maldecía sin cesar
Yo, sin poder creerlo, no le sonreí, por las dudas
Escribía, cantaba, actuaba y bebía whisky barato
Odiaba los perros, el dinero, el mundo y a los hombre buenos.

“podría morir mañana” repetía cada dos frases
“yo podría morir contigo” le contesté
No tenia perfumes, ni aros, ni uñas pintadas
No sonaban celulares en su vida y las boletas se acumulaban en su buzón

En algún lugar nuestras almas se habían perdido
Solo los cuerpos, llenos de carne huesos y saliva nos habían quedado
Hablamos, casi sin escucharnos, de nada y de tantas otras cosas.
Fuimos a mi casa, bebimos e hicimos el amor.

Desperté y ya no estaba, no me sentí mal.
No me hubiese gustado encontrarla junto a mí
Creo que a ella tampoco. Por eso se marcho sin decir adiós
Así, sin alma, solo con su cuerpo.
Yo, quede con un poco de corazón, vino y papel para escribirle algo:
“…ojala tengas una botella de whisky noche pequeña, brindo por vos esta mañana…”

miércoles, 17 de febrero de 2010

Lejos de todo aquello

Todo estaba en silencio y solo se escuchaba como el segundero del reloj caminaba y caminaba. El puto segundero era fuerte. “TAC – TAC – TAC”. No era ni siquiera un
“tic – tac” que podría al menos tener ritmo y hacer algo mas agradable el paso del tiempo. Todo allí era “TAC – TAC – TAC” y no podía ignorarlo porque además no tenía el “equipito” de música ni la computadora. El primero no me pertenecía y tuve que devolverlo y el segundo se averió. Solo estábamos la guitarra y yo.
Le escribí una canción a ella, era ya la tercera de una trilogía alcohólica y desesperada que no me dejaba tranquilo desde hacía semanas. Me enfade por eso, yo no quería estar así, no me gusta debilitarme por una mujer. Llorar por ellas, enamorarme de ellas, pelear por ellas, ser bueno con ellas, que manejen mis pensamientos, extrañarlas y claro; que no me quieran cuando me sucede todo eso. No soy diferente de cualquier mortal.
La heladera estaba vacía, no había ni una sola cerveza y las profundas ganas de beber me hicieron tomar la decisión de darme un baño, cambiarme y salir al bar:
-Pri… te quedas a cargo- le dije a la gata y salí con paso tranquilo.
Una mujerona que estaba en la esquina me dijo:
-He mi amor; ¿queres pasarla bien? Caminé en silencio
-Anda ¡Puto!
Di media vuelta y la mire. Ella volvió a putearme:
-Que te pasa ¡PUTO! Y entonces un Renault 9 que yacía estacionado en el cordón de enfrente hizo señas de luces. Seguí mi camino esta vez con paso un tanto mas rápido mientras la mujerona seguió insultándome. Me metí de lleno en el bar, pedí una cerveza y me senté lo mas alejado de la puerta posible. Vi al Renault pasar lentamente frente a la puerta del lugar. Decidí que era mejor quedarme ahí toda la noche.
El lugar estaba tranquilo; en la barra estaba la joven de siempre y el tipo grandote que sirve cerveza con el que en ocasiones tenemos alguna conversación. Esa noche conversamos un rato:
-¿como va la cosa?
-bien- le dije – ¿hay muchas putas por acá no?
-Uff; je… ¿te gustan las putas?
-No; y creo que ahora nunca me van a gustar
-Ja. A todos los hombres les gustan las putas
-A mi; no
-¿Por?
-Creo que tengo mucho ego
El tipo soltó una carcajada y la charla termino ahí. Supongo que entendió de lo que estaba hablando. Es que la verdad no me gusta pagar por acostarme con una mujer. Prefiero beberlo en cerveza o whisky, masturbarme, quedarme solo y punto. Además nunca conocí una prostituta que me guste. Bueno; tal vez una vez si, pero esa es otra historia.
Al bar comenzó a entrar una buena cantidad de gente y yo continuaba bebiendo en soledad. Me gusta estar solo, beber solo, no hablar y así poder escuchar fuerte y claro mis más profundos pensamientos, preguntarme si realmente puedo continuar con todo esto. Seguir escribiendo, seguir bebiendo, seguir cantando, seguir extrañándola, seguir viviendo. Llegar a lo mas bajo de todo ello, agenciarme un arma y volarme la cabeza. Y sorbiendo un trago mas mi alma encuentra la calma, y los mares se vuelven aceite, y las lluvias torrenciales en mis ojos bajan su intensidad en una profunda respiración. Levanto la mirada y todo nuevamente esta en su perfecto orden. Y aunque la oscuridad me rodee, en mi corazón se siente una brisa de humo de cigarro y vida dándole a todo este asunto, algún tipo de sentido.
Un tipo se acercó con una botella en la mano, se sentó frente a mi y se quedo mirándome. Yo levanté mi vaso en señal de saludo:
-¿Querés comprar?
-¿Cuánto vale?
-30…
-Dame dos…
-vamos al baño
-no – le dije mirándolo fijamente a los ojos – yo no voy al baño. Dámelas ahora o no hay negocio
El tipo miro a los costados, al frente y atrás:
-Pasame la plata
-Pásame lo mío primero. Continuaba mirándolo a los ojos.
-¿Tenés un cigarro? Y le pase el paquete de Chesterfield común que siempre me caracteriza mientras el se metía la mano en el bolsillo simulando sacar un encendedor. Tomo el paquete, saco un cigarro y metió las dos bolsas en el paquete. Yo ya había visto al tipo varias veces en el bar. Suponía que algo de eso hacía. Me devolvió el paquete lo tome y lo golpeé dos veces contra la mesa mientras mi mirada se clavaba fulminante en sus ojos; el entendió lo que yo quería decir:
-tranquilo, no te voy a cagar
-eso espero. Conteste
-¿la plata?
-toma- le dije – andá a comprar unas birras. Le entregué el dinero y se fue. Yo pedí otra cerveza más.
Hacía mucho tiempo que no me encontraba con aquello y me sentía tranquilo. No lo necesitaba y esa noche tampoco. Es solo que suelo tomar muy malas decisiones.
Fui al baño y esnifé dos veces. Sentí como mi cara se transformo mientras los incisivos superiores perdían sensibilidad. Salí de ahí un tanto excitado acompañado de esa euforia que le da equilibrio a un cuerpo embriagado con tres litros de cerveza. Pedí otra cerveza más y me senté nuevamente, solo.
Bebí a una cierta velocidad pues ya el bar se estaba haciendo insoportable, tenía a un tipo atrás que gritaba, no hablaba GRITABA:
-JAJAJAJAJA Y ENTONCES LA HECHE A LA MIERDA A LA MINITA JAJAJAJAJA.
-Imbecil. Pensé y termine la cerveza.
Fui a la barra a pagar:
-Che; me puedo llevar dos y después te las traigo. Si querés te pago los envases.
-Como ¿ya te vas?
-Me está esperando una mina en casa.
-AH! Bueno; entonces lleva nomás. Pague y me fui. Eso es extraño, los hombres no podemos ser tan imbeciles. Todo se acepta por una mujer; se aceptan excusas, “plantadas” o lo que sea si es que hay en el medio una mujer. Y eso es solo entre hombres. No quiero ni pensar en todo lo que aceptamos de ellas. Claro, no había ninguna mujer en casa, pero es la única excusa que me deja salir rápido de un lugar. Probablemente el tipo me hubiese dicho:
-Ha no, tomate la cerveza acá. En fin.
No me sentía bien, llegue a casa y arme una cuidadosa línea en un plato junto a un “canuto” con un billete de a cien. Me serví un trago de cerveza y lo bebí de un fondo. Luego hice lo que tenía que hacer. Tosí, encendí un cigarrillo y nuevamente otro trago.
Estaba en blanco, literalmente en blanco. No podía pensar en nada, no sabia que hacer o hacia donde caminar. Subía y bajaba las escaleras del pequeño lugar. Hablaba solo, maldecía solo, no podía tocar la guitarra ni escribir y todo lo acompañaba una dificultosa respiración.
- OK- me dije -basta.
Nuevamente me senté y tome otra mala decisión. Fue un tanto mas alargada y gruesa que la anterior, volví a enrollar el billete cometiendo ese maldito acto de agachar la cabeza, y justo ahí en el momento de profundizarme en aspiración con el polvo; la recordé.
Ella, hermosa entrando en el bar, sonriente con sus largos cabellos negros y su minifalda de jean. Ella; abriendo la puerta de su casa dándome un gran beso que no había pensado recibir. Ella; mostrándome sus trabajos, sus sueños. Ella Durmiendo junto a mí en su cama. Ella; sirviéndome un café en la mañana. Ella; despidiéndose de mi en el ascensor.
Sentí una fuerte tristeza y furia, tome el plato junto con todo lo que quedaba de aquella maldita adicción y lo tire por el inodoro. Lloraba y lloraba como un pequeño que ha perdido su juguete mas preciado, como una mujer recibiendo el fuerte cachetazo de un marido golpeador. Lloraba junto a la puerta del baño, en la cocina, y finalmente en la cama. Pidiendo por favor que el tremendo puñal que sentía en el pecho desapareciera. Y luego pude descansar.
Es por eso que me he alejado de todo aquello, porque ya no es como antes, porque antes (como dije en algún otro cuento) nada hacía daño.
Desperté en la mañana y me serví un trago de cerveza, recordando la primera vez que bebí un trago de ella. La que consideré probablemente la más importante de las decisiones en mi vida.

viernes, 12 de febrero de 2010

En el fondo, en la cima y otra vez en el fondo.

Casi en un trote salí en dirección al baño llevándome una mano a la boca, abrí la puerta del pequeño habitáculo, me apoyé en los costados del inodoro y lo solté todo. Como una canilla, como una cascada amarga y ácida que salía de mí. Fue un buen vómito, me sentí mejor. Un tipo golpeó la puerta:
-¿Estas bien, loco?
-Loco las pelotas -pensé.
-Sí; estoy bien.
Fui al lavabo, enjuagué mis manos, mi cara y mi boca haciendo unos buches que refrescaban intensamente todo mi ser. Me sequé y salí del baño, había olvidado tirar la cadena y en mi salida pude escuchar fuerte y claro: "¡hijo de puta!"
Tomé del hombro a mi compañero y le dije:
-Colega, no puedo más. Me voy.
Y me largué del lugar. Bajé las escaleras abrí la puerta roja y como por arte de magia negra un taxi paró a mi primera señal:
-Araoz y Velazco por favor.
Sentía una punzada en mi dedo gordo, abrí los ojos y pude ver cómo mi gato lo mordía con aires de juego, dándole una suerte de “palmadas” con sus pequeñas garras, haciendo pausas para rascarse con ellas detrás de su oreja. A mi también me picaban algunas zonas del cuerpo.
Me levanté y me serví un vaso de agua mientras un tremendo martillo golpeaba mi cabeza una y otra vez.
-Tengo que ir a trabajar -pensé mientras encendía un cigarrillo.
Y me dispuse a lo de siempre, vestirme, mojarme el pelo, y salir.
Sólo deseaba encontrar un asiento vacío en el subte ya que me era bastante difícil mantenerme en pie. Pero la cosa venía llena, muy llena. No soporto el viaje en el trasporte público, lo odio, lo aborrezco, tal vez podría pedirle el asiento a alguna señora. "Hey señora; sabe, he bebido mucho anoche y necesito el asiento. No me siento bien. Ud. no ha bebido como yo, deme el asiento, ¡por favor!." Pero no dije nada.
Llegué al trabajo, cansado, sudado y con muy mal aspecto. Lo malo de trabajar en verano es que no hay absolutamente nada para hacer y sólo te la pasás conectado a Internet perdiendo todo tu tiempo mirando videos pornográficos y nada más. Lo bueno de trabajar en verano es, claro, todo eso.
Conecté el Facebook: “Fulanito te ha invitado al evento tal…”, no asistiré. “Hazte fan de tal cosa…” no. “Hazte fan de tal otra…” tampoco. ¿Cómo puede una persona mandar una invitación a “Hazte fan de ser fan de algo esta bueno”? Imbéciles. Creo que voy a hacer un grupo que se llame “Hazte fan de suicidarse” así todos se suicidan y terminamos con esta idiotez.
Alguien me escribió en el chat de la red social. Fue un “hola, ¿cómo estás?”. La foto se veía bien, una linda sonrisa la adornaba. Respondí:
-Todo bien, ¿vos?
Nada más mentiroso, yo no estaba bien.
Y comenzamos una buena charla, era interesante, era lo único interesante que me había ocurrido en meses. Me paseé por sus fotos y se veía preciosa, única, sonriente. En ocasiones soltaba yo una carcajada con sus comentarios, era un asunto bonito. Tal vez esto del Facebook no sea tan malo.
Comenzamos a hablar seguido, ella me contaba sus cosas, yo le contaba las mías, a veces yo no tenía nada que decir y ella siempre sacaba algún buen tema de conversación. De esas personas imposibles de encontrar. O por lo menos eso pensaba.
¿Ella? Ojos marrones, cabellos negros, piel morena acompañada de unas excelentes piernas que, mientras tu mirada las recorría, subían hasta un hermoso y parado culo.
Y gracias a los dioses sus tetas eran de un tamaño generoso y una redondez magistral. Siempre fui un hombre de busto.
Una mañana, mientras hablábamos ella dijo:
-¿Nos encontramos?
-Claro -contesté sin vacilar.
Lo hicimos. Fuimos a un bar bebimos y luego nos fuimos a su casa. Yo hablaba y hablaba y ella se enojaba y estaba en contra de todo lo que yo decía.
-¡Pero León! Estas desperdiciando tu vida, no seas imbécil te vas quedar trabajando toda la vida ¿es eso lo que realmente querés?
-No -le contesté.
-¿Entonces?
-Puta madre -me dije a mí mismo, ella tenía la razón y yo no sabia cómo carajo refutar. Ella parecía haberlo comprendido, no se trata de ser famoso, del reconocimiento, del dinero, de casas, de autos, de mujeres; sólo se trata pura y exclusivamente de NO TRABAJAR MÁS, NI UN SÓLO DÍA MÁS. Y se suponía que un escritor no debía trabajar, y yo era un escritor, y me consideraba bueno, y ella también me consideraba bueno, o por lo menos eso decía ella.
La mire a los ojos y le dije casi balbuceando:
-¿Me das una mano?
-Claro… yo te ayudo.
Me abrazó y nos fundimos en un beso que todavía no puedo olvidar.
Y todo estaba muy bien, ella vino a casa y juntos ordenamos el lugar “¡Ay León! Que asco” Y yo reía mientras bebía una cerveza y le preparaba un fernet. “León ¡Hay gusanos en tu baño! Qué asco, qué asco”. Y reía aun más mientras ella pasaba el trapo de piso. Me acercaba le daba un beso y le pellizcaba el trasero.
-Amor; ¿porque no dejamos esto y nos vamos a la cama?
-No no no; no señor, ¡hay que limpiar esta mugre! Dale agarrá la escoba y ¡AYUDAME!
Entonces yo tomaba la escoba y barría a desgano y ella se acercaba besándome el cuello y susurrándome;
-Va a quedar lindo amor, te lo prometo.
Yo me sentía mucho mejor y barría con más ganas y ritmo. La habitación, la cocina, el baño, el pasillo. Lavamos los platos, limpiamos la heladera, tiramos lavandina, pasamos el trapo, le colocó “pulguicidas” a la gata, todo entre risas, cerveza, “fernet” y Enrique Bunbury.
Y terminamos. Brillaba, no había ni un rastro de tierra, nada de desorden, todo estaba doblado, limpio, planchado. Olía muy bien. Y mi cuerpo exhausto se sentó en la silla mientras la gata saltó y se posó en mis piernas. Juntos le hicimos un paneo entero al lugar, el animal me miró y maulló.
-Sí Priscila, ella es una buena mujer -le dije.
-Bueno León y ahora ¡me voy a encargar de vos!
-¡OH amor; ya era hora!.
Quité al gato de encima y la atraje hacia míi abriendo sus piernas y sentándola sobre mi. Se me endureció en un segundo.
-¡Eh, no no no! Digo que ahora me voy a ocupar de vos ¡ANDÁ A BAÑARTE!
Luego de varios intentos fallidos por querer quitarle la ropa interior fui a bañarme.
-¡Atrás de las orejas pasate bien el jabón! -me gritaba, y yo, rasqueteaba bien atrás de las orejas mientras mi miembro permanecía con una dureza implacable.
Pero me sentía bien, había algo que me atraía de todo eso, podía escucharla cantar y darme indicaciones de cómo lavarme bien el cuerpo. Terminé y me sequé.
-Tomá -y me entregó unos calzoncillos limpios, pantalón y remera.
–Cambiate y vamos a comprarte algo de ropa, no podes andar con esos harapos.
-Pero a mí me gustan mis harapos.
-A nadie le gustan los harapos, usas harapos porque no te compras ropa.
-Bueno, pero no vayamos muy lejos, estoy cansado y además tengo hambre.
-No te preocupes, yo te voy a cocinar algo rico.
Y salimos; para mi fortuna el lugar de ropa sólo estaba a dos cuadras. Entramos y nos atendió un pibe de buen aspecto, bien vestido y perfumado, sentí celos.
-Amor, probate esto. Y me pasó una remera blanca y un jean celeste.
-¿Te gusta?
-Está bien. Contesté.
Y seguimos con todo eso, un par de remeras, zapatillas y dos pantalones. Observé que el tipo que atendía le miraba el culo a mi chica, me acerqué:
-Ey; se te pueden caer los dientes -le dije al oído.
Llegamos a casa, ella cocinó algo exquisito y después hicimos el amor tres veces.
Luego se fue, y pasaron las horas, los días, los meses, y ella nunca volvió.
Y volví a despertar, esta vez en el piso de casa, con mi baba llena de tierra y el nauseabundo olor a vómito que me caracteriza en la mañana.
El lugar se hundió nuevamente, en platos sucios, en gusanos en el baño, en pulgas en el gato y en mi corazón… completamente destrozado.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Beber

-Hey León -me dijo Schad -¿Por qué bebemos?
-¿Por qué? -le dije mientras recargaba mi vaso y pensaba en alguna buena razón.
-Sí, una razón, Charles tenía una buena razón, él decía que se suicidaría si no fuera por la bebida.
Seguimos bebiendo, como siempre, en grandes cantidades.
Ese día Schad se quedó en casa y por la mañana nos levantamos con una terrible resaca; peinó sus largos cabellos y se fue al trabajo.
Yo me quedé solo, el lugar tenía un aspecto horrible; botellas por todos lados, colillas de cigarrillos rebozando en los ceniceros y otras tantas en el suelo. Ropa en el piso, tierra y mugre en el baño. Todo acompañado de un nauseabundo aroma a encierro. Me gustó que fuera así; este era sin lugar a dudas mi hogar.
Tomé un billete de a cincuenta y fui al almacén que está justo a la vuelta de casa.
Me gusta la china que atiende ahí. Tiene buen aspecto. Siempre pienso que debe ser buena en la cama. En fin, llevaba conmigo 10 botellas de cervezas vacías, las cambié por llenas y pagué, fueron algo así como 35 pesos incluido el frío.
-Chinos de mierda -susurré.
Me crucé a la panadería de enfrente y compré una buena cantidad de pan. Sabía que sería un día largo y el pan absorbe bien el alcohol.
Llegué a casa cargando bastante peso. El claro del día me molestaba muchísimo. Mientras me disponía a abrir la puerta uno de los albañiles que trabaja en la construcción de un departamento justo al lado del mío me habló:
-Disculpe, se olvidó la funda de su guitarra afuera, está toda mojada.
-No hay problema; la voy a tirar, ya no sirve.
-¡OH! ¿Puedo quedarme con ella?
Revisé el bolsillo de la misma y encontré un poema y la letra de una canción. Estaban húmedas pero legibles así que los puse a secar sobre la mesa. No era un mal poema, hablaba de una linda mujer que había conocido hacía poco. ¿La canción? Lo cierto es que olvidé la melodía por lo tanto se transformará en un poema. Le entregué la funda al albañil.
-Yo tengo una guitarra también, solía tocar en Bolivia.
El tipo se veía triste, derrotado, cansado. No se puede esperar mucho de gente así.
-Qué bueno -le dije mientras le esbozaba una sonrisa que no me pertenecía.
-Sabe, tiene usted una muy buena voz, se escucha muy bien en sus ensayos.
Me agradó, lo dijo con sinceridad, podía verlo en sus ojos. Una vez más alguien me sorprendió.
Entré y cerré la puerta con llave. El lugar continuaba con mucha luz y no me gustaba, soy un tipo de las tinieblas, de encierro, de soledad. La gente que vive en la luz siempre sale lastimada. A los tipos como yo nada puede pasarles en la oscuridad, en la soledad y con la guardia bien alta.
Busqué una frazada y abrí las ventanas; se podía oler el cemento mojado y se escuchaba a alguien tocar el violín; lo hacía bastante mal.
Coloqué la frazada en los bordes de las ventanas y las cerré para que hicieran presión y la frazada se mantuviera colgando, tapando así la entrada de los rayos del sol.
Tengo una heladera pequeña así que decidí vaciarla para hacer espacio. Tomates podridos, latas de picadillo seco, un yogurt a medio terminar. Lo metí todo en una bolsa y lo dejé al costado del aparato, llenándolo luego con 9 botellas de cerveza de a litro.
Era hora de la primera. Lavé un vaso y me serví. Puse a Mozart, tomé los cigarrillos y bajé a mi lugar, mi refugio; me senté en el sillón y encendí mi muy vieja notebook, creo que es del año 97. Comencé a beber y a escribir.
Pensé en la pregunta de Schad ¿Cuál era la razón por la que bebía tanto? Busqué muchas razones, yo sabía que lo hacía desde los 12 años y que jamás había parado. Comencé a sentirme alcohólico. También pensé en Charles y la verdad es que no pienso en el suicidio, no quiero morir a los 26 años pues lo considero una estupidez. Ya los imagino: “Este pibe no pudo aguantar”, “¿León? Bebía un montón, nadie puede soportar esa vida”. Todavía puedo dar pelea, soy un tipo muy fuerte y no moriría por ellos, por el sistema, por el trabajo. Pronto lo dejaré y pasaré a saludarles, no por rencor, sólo para sientan que nunca fui uno de ellos.
Pero todavía no encontraba una buena razón para mi excesiva ingesta de alcohol.
Era ya la quinta botella, habían pasado muchas horas y el pan se había acabado así que decidí dormir. Tuve una horrible pesadilla donde tipos gigantes me golpeaban, donde mujeres africanas pintadas de azul tocaban mi cabeza provocándome fuertes convulsiones, donde mi última compañera moría con la cabeza estrellada contra el piso.
Desperté sudando y con mucho miedo, estuve unos minutos mirando el techo, me levanté, fui a la heladera y abrí una cerveza. Encendí un cigarrillo y le di play a El Tiempo de las Cerezas en el que fuerte y claro se escuchaba decir a Nacho Vegas “…soy cazador y no persigo, más que lo que huye de mí…”
Seguí pensando en la pregunta de Schad, seguí buscando razones mientras mi gata rodeaba mi pierna:
-¿Qué pasa mi amor? -me miró con sus ojos marrones y saltones:
-Miauuuuuuu...
-Está bien amor, sé lo que querés.
Le serví un buen plato de comida acompañado por un tarro de agua. Ella lo disfrutaba, me conoce, sabe que la olvido de vez en cuando y sabe también que con sólo unas caricias puedo recordarla. Ella me ama, aunque a veces no la recuerde.
El Tiempo de las Cerezas había terminado, entonces puse a Joaquín, Malas Compañías.
Ya era de noche, quién sabe de qué día y yo continuaba bebiendo sin ningún tipo de razón.
Acabé mi décima cerveza y sentí ganas de vomitar. Apoyé la cabeza en la mesa y ahí sucedió: recordé las últimas líneas de La Senda Del Perdedor, donde Chinaski se pregunta a sí mismo:
“¿Por qué es tan importante ganar?" Lo pensó un segundo y se respondió:
“Sólo porque lo es”
Y ahí lo comprendí; no hay ninguna razón para beber, sólo se trata de beber y punto.
Me acosté sobre la ropa tirada en mi cama sintiendo una agradable frescura y dormí muy tranquilo pensando que ya no necesitaría razones para beber, y eso está muy bien.