jueves, 25 de marzo de 2010

Burn… burn it all.

El encargado de seguridad del edificio donde trabajo yacía parado en el lobby mirando fijamente como una torrencial lluvia inundaba poco a poco las calles de un Buenos Aires colapsado en todo su sistema de drenaje. Era una lluvia realmente potente.
-Se va a inundar todo -dijo dando media vuelta y mirando solamente hacia mis ojos. Siempre quería hablar conmigo y yo estaba ahí y no podía evitarlo. Era un tipo bastante deficiente en su trabajo, mi compañero lo odiaba pero yo pensaba que le faltaba un tornillo y no podés hacer nada cuando a alguien le falta un tornillo. Así que no lo odiaba, tan sólo no quería hablar con él.
No le contesté y permanecí sentado en uno de los sillones mientras los demás hablaban frenéticamente con sus celulares, llamando a sus casas, a sus mujeres, a sus hijos, paradas de taxi. Etc.
Me acomodé en el sillón que resultó ser uno muy cómodo.
-Podría dormir acá -pensé; pero eso sólo ocurriría sin que toda esa parva de locos que se dicen cuerdos caminen a mi alrededor. Imbéciles.
-Eh León: ¿cómo vas a hacer para ir a tu casa?
-No tengo idea -respondí.
-¿Querés que te acerque? -contestó mientras apretaba los botones de un celular último modelo.
-No; está bien.
-Pero ¿óómo vas a hacer? Mirá cómo llueve. ¡No lo vas a poder resolver! Dejame que te lleve.
-No te preocupes; ya pensaré en algo.
Continuó hablando por teléfono y me dejó tranquilo.
La lluvia paró, me levanté de un salto y me encaminé hacia la puerta
-Che; se va a largar otra vez, ¡no salgas!
-No pasa nada.
-Pero te vas a mojar entero, mira si se te moja la “guita”, vení y esperá con nosotros.
Abrí la puerta y respiré profundo:
-No te preocupes; no tengo ni diez centavos -saludé y salí de ahí con mis pies sumergidos en el agua.
El tráfico estaba jodido, los coches no avanzaban ni retrocedían, todo era una molesta sinfonía de puteadas y bocinazos. Caminé abriéndome paso entre todo ello, libre, mientras pitaba un Chesterfield. Todos estaban acorralados…menos yo.
Llegué a Corrientes y comencé el trayecto de unas 50 cuadras hasta mi casa donde me esperaban mi gata y tres cervezas que funcionaban como una excelente motivación.
La cosa en Corrientes no estaba mejor y justo antes de cruzar Callao un apagón sumergió a la gran ciudad en una oscuridad que, estoy seguro, llenó de terror a millones de personas. A mí no me importó y seguí caminando iluminado por los faroles de autos y las luces de emergencia de los negocios. Era una agradable vista.
Encendí otro cigarro mientras pasaba justo al lado de un locutorio donde un pibe intentaba retener a los clientes hasta que volviera la luz y así poder cobrarles. El pibe se veía asustado y sudaba bastante:
-Pero señora; me tiene que pagar.
-Bueno; decime, ¿cuánto es?
-Por favor le pido, aguarde a que vuelva la luz. Lo clientes estaban todos acumulados en el mostrador. También observé cómo unos pibes que piden en la calle se acercaban al congestionado locutorio.
-No querido, yo me tengo que ir -y los demás clientes anunciaron lo mismo.
-¡Yo me voy!
-¿Qué se piensa este pelotudo, que me voy a quedar toda la noche?
-A la mierda, CHAU.
Y todos los clientes comenzaron a salir del lugar mientras el pibe de la caja trataba en vano de detenerlos, percatándose también cómo uno de los “chavalines” se metía en el bolsillo toda clase de golosinas. Sus pequeños amigos hicieron lo mismo.
-¡Eh nene: vení para acá! -y el chiquillo salió disparado con una destreza digna de admirar. Uno de sus amigos no fue tan hábil y en su corrida chocó con una de esas máquinas que contienen caramelos. La máquina cayó al suelo lo que provocó un ruido ensordecedor. Yo permanecí un momento mirando todo el asunto. La gente saliendo, gritando, puteando, el kiosco desbordado, los pequeños iban y volvían llenando sus pequeños brazos con todo lo que podían. Entonces todo se desbordó. Señores, señoras, universitarios, todos comenzaron a tomar lo que podían del locutorio mientras el empleado lo veía todo desde afuera tomándose la cabeza con las manos. Entonces los demás negocios quisieron cerrar sus puertas, mientras la furia se hizo aún más grande en todo el perímetro y la cantidad de gente fue de un número más grande. Y así comenzó todo. Como una onda expansiva en toda la ciudad, la escena se repetía cuadra a cuadra mientras mis pasos zigzagueaban entre palos y vidrios rotos.
Los autos incendiados eran ya varios en el trayecto a mi casa junto al sonido de sirenas y disparos.
Llegué al Abasto donde la situación era por demás seria. Entraban y salían, entraban sin nada y salían con todo. Pero también había cosas extrañas pues algunos no robaban nada, pero sus estribos habían sido soltados. Sólo corrían agitando los brazos, gritando, saltando sobre los autos, otros con palos molían plasmas, los destrozaban con singular placer.
Entonces vi venir hacia mí un muchacho de unos 30 años, de camisa, pantalón, sin zapatos y con un palo en la mano, un segundo después lo tenía mirándome a los ojos, me tomó de las solapas y me lanzó contra la cortina de un negocio. El miedo atravesó todo mi ser. Miró en dirección a mis pies y luego al costado. Levantó el palo y yo sólo pude cubrirme la cabeza exhalando un alarido. Se oyó un estruendo mientras los vidrios recorrían mi cuerpo. Se alzó con unos cinco pares de zapatos y antes de irse lanzó uno hacia mí. Me incorporé sacudiéndome los vidrios y continué mi camino. Dejé atrás el regalo del saqueador.
Sentí curiosidad por lo que sucedía en el shopping y crucé la calle. Escuché el grito de mujeres que provenía de un exclusivo local de ropa. Había allí unas cuatro o cinco de ellas, todas juntas, todas hermosas acorraladas por una veintena de hombres. Hombres de trabajo, de la calle, con muy mal aspecto sosteniendo armas, palos y cuchillos:
-¿Qué se piensan estas hijas de puta? ¡Me tienen harto! -gritaba uno mientras hacía chocar el garrote contra la palma de su mano.
-¡No las soporto! Todo el día moviendo el culo, con sus camisas ajustadas y sus tetas redondas y hermosas. ¡Ignorándome! Yo también soy una persona, yo quiero algo de eso ¡Y LO VOY A TENER AHORA MISMO! -y una exclamación eterna tronó en el lugar por parte de la veintena de hombres, agitando los elementos y las mujeres hermosas lloraban de terror y los hombres desdichados lloraban de alegría.
Es que el mundo es así, el sistema es así: como un hermoso par de tetas enfundado en un grandioso escote. Y todas las personas trabajan ocho horas de sus vidas (o a veces más) para conseguir algo de ese escote. Una probada al menos y algunos morían sin siquiera haber estado a varios kilómetros cerca de ello.
Pero esta noche, al escote del sistema muchos iban a meterle mano.
Mi paso continuó junto con la misma situación en el camino.
Llegué a casa, donde me esperaban mi gata y mis tres cervezas. No me preocupaba si saqueaban mi casa, daba igual que lo hicieran, el aparato mas sofisticado que tengo es una vieja heladera. Inexplicablemente yo tenía luz. Me senté en la mesa, abrí la cerveza y comencé a escribir a mano, sin celular, sin teléfono, sin equipo de música, sin computadora, sin nada; y sintiéndome muy bien… de que así fuera todo.

martes, 23 de marzo de 2010

Medicina


Les he mentido a ellas,
les he jurado el más puro de los amores,
tomé sus manos y les sorreí,
les dije que estaría a su lado hasta el final de mis días.

Luego sus lágrimas,
luego sus sinceras razones,
sus puteadas.

¡Andate no quiero volver a verte!
Patada en el culo, patada en el alma
y afuera, a algún bar.

Entonces ella se hizo presente y luego nunca respondió
y hoy, junto a un buen trago de alcohol,
bebo también una poca... de mi propia medicina,
y escribo, y lo veo... jejeje,
tal vez no todo sea tan malo.
Gracias de todas formas.

Asi

¿Así es como lo querías?
Pués ahí lo tienes:
la soledad, la más pura de las tristezas,
nadie contigo, ninguna razón para levantarse,
ninguna razón para mirar al cielo.

¿Así es como lo querías?
Durmiendo por las callles, sin dinero, sin trabajo;
apartado del calor humano, de las buenas costumbres.
Paredes arrogantes diciéndote la verdad... la única verdad:
estás solo.

¿Así es como realmente lo querías?
Dedos traspasando tu garganta para quitarte en un vómito
todo aquello que no te deja respirar, que no te deja seguir bebiendo.
Las hilachas en tus pantalones, las pulgas en tu piel, la orina como único perfume

¿Asi es como será todo?
Entonces encuentras tu reflejo
lo observas detenidamente;
entonces escuchas tus canciones,
lees tus cuentos, tus poemas.

Puedes verlos a todos, yendo a sus trabajos,
esperando el subte, esperando... para poder morir tranquilos
y dejar algo en este mundo,
y vos, no querés dejar nada.

Tu trago se desliza suavente en la mañana por tu garganta
dándole la única respuesta a todo esto:
pues sí... es así como quiero que sean mis días.

martes, 16 de marzo de 2010

Ave de mal agüero

Nicolás sintió que le picaba un huevo y llevándose la mano derecha en dirección a sus genitales la deslizó por debajo de sus calzones y rascó. Se quitó los calzones, quería estar desnudo.
Abrió los ojos y fijó la vista en la inmensa mancha de humedad que se dibujaba en el techo. Le gustaba mirarla, en ocasiones encontraba figuras de montañas, o rostros y cosas así. Era una buena forma de pasar el tiempo. Volvió a estirar el brazo buscando la botella de whisky pero no estaba ahí. Su chica tampoco estaba ahí. Se sintió bien por ello. Por estar solo.
Se levantó, encendió un cigarrillo y salió de la habitación:
-Mierda ¿Dónde dejé la botella? Bufaba mientras con los pies corría del piso algunos pantalones, corpiños y remeras.
-Esto es un quilombo -pensó-esta mina tendría que ordenar un poco. Bueno, yo también podría ayudarle.
Encontró la botella junto al sillón, fue a la cocina, lavó un vaso, metió un hielo, sirvió la bebida y antes de cerrarla le dio un trago “del pico”.
Volvió al living y se sentó en una silla a observarse la panza mientras bebía pequeños tragos y pensaba en la razón por la cual las cosas que sucedían a su alrededor no le importaban para nada. No era feliz, pero tampoco estaba triste. Sólo permanecía ahí sentado bebiendo mientras el mundo giraba en movimientos de rotación y translación sin que nada pudiera detenerlos. Ni al mundo… ni a él.
Pero el problema no era el planeta, el problema era la gente que lo habitaba; y eso Nicolás, lo tenía bien claro.
Comenzó a escuchar un ruido, una especie de sonido de una humanidad particular que provenía del baño. Le puso atención y logró darse cuenta de que se trataba de gemidos. Gemidos femeninos.
Los sonidos iban en aumento y Nicolás se sintió un tanto excitado, tal vez interesado. Se zampó un buen sorbo y se miró la verga. Nada… blanda y sin vida yacía hacia un costado apoyándose en su gorda entrepierna. Entonces la excitación y el interés se esfumaron por completo en otro trago.
Y los gemidos que provenían del baño se hicieron más prolongados y fuertes repitiéndose una y otra vez hasta que un pequeño alarido lo silenció todo.
Se oyó la cadena del baño, la canilla abriéndose, la canilla cerrándose y el picaporte girando y la puerta dejándola salir.
-ah… estabas acá -le dijo mientras se pasaba una toalla entre las piernas y una tira de su remera blanca se deslizaba por su hombro.
-¿Qué hacías? -preguntó Nicolás sin siquiera mirarla.
-Nada.
-¿Nada?
Tomó su cartera y buscó los cigarrillos. Cigarrillos de esos largos. Encendió uno, dio una calada ofuscada y exhaló.
-¿Sabés qué estaba haciendo?
A Nicolás no le gustó ese tono. Ese tono tan molesto que tenía ella justo antes de entrar en la más profunda de las furias. No sería una mañana tranquila ni para él, ni para nadie más en el edificio. Entonces todo estalló.
-¡ME ESTABA PAJEANDO! ¿¡ENTENDES AHORA!?
Nicolás sorbió otro trago.
-No grites…
-¿¡QUE NO GRITE!? ¡ME ESTOY PAJEANDO PORQUE MI NOVIO ES UN BORRACHO Y NI SIQUIERA PUEDE COGER!
Se escuchó cómo alguien golpeó la pared desde el departamento de al lado. Ella contestó con golpes más fuertes.
-¡ANDATE A LA PUTA QUE TE PARIÓ!
No hubo más golpes.
Suspiró y la vena en su frente desapareció. Dio otra calada al cigarro mientras lo miraba fijamente, lo observaba ahí sentado desnudo mirándose la panza bebiendo whisky con esa barba de meses, con días sin bañarse, con la mirada perdida en la pared blanca:
-¿Qué te pasó?
El no contestó.
-Vos me lo prometiste Nicolás, me dijiste que nunca ibas a cambiar, me prometiste viajes, me prometiste fiestas, me prometiste risas, alegría, canciones, shows.
-Si, lo sé; Dame tiempo… no estoy en un buen momento.
-Nicolás, ¡HACE DIEZ MESES QUE NO ES UN BUEN MOMENTO!
-No sé que es lo que querés que te diga -contestó mientras con la mirada buscaba algún par de pantalones. Halló unos jeans celestes, a el le gustaban esos jeans y sobre todo le gustaban combinarlos con su remera de Bukowski gris o una de Héroes del Silencio color negra. Las cosas simples de la vida eran lo que lo hacían feliz. ¿Y cuales eran? Encontrar una cerveza en la heladera al despertar sin saber que todavía quedaba, o un cigarrillo entero en la vereda cuando caminaba sin rumbo. Una mujer cruzada de piernas en un bar, un escote en el subte, cruzar por una esquina con la luz verde y llegar a la otra y que esta también este en verde. Un tipo fácil de complacer.
-No quiero que me digas nada ¡quiero que hagas algo! No hacés nada, ya no escribís, ya no cantás, ya no salís, no trabajás, lo único que haces es tomar y tomar. No podes conseguir marihuana, no podes conseguir “merca”, no tenés amigos, y no me das ni bola. ¡Estoy harta! Se levantó de la silla y enfurecida abrió las cortinas y ventanas:
-¡Quiero luz!
-No me gusta la luz.
-¡Quiero aire!
-No…
-Ya no lo aguanto más -se aproximó a él y acarició su mejilla- me voy.
-Por favor… no te vayas. La tomó de la mano y la besó mientras una lágrima comenzó a rodar por la comisura de sus labios. Ella se apartó con dirección a la habitación. Él la siguió.
Colocó una valija sobre la cama mientras una luz tenue entraba por las rendijas de la persiana. Comenzó a vaciar el placar mientras Nicolás la observaba sentado en la punta de la cama donde todo había sido hermoso una vez “lo que hoy es puro mañana está podrido”
-No voy a poder vivir sin vos.
-Vas a estar bien…
-Te juro que si te vas me corto el cuello.
Ella salió del cuarto y buscó las prendas que estaban regadas por el piso. Entró nuevamente en el cuarto.
-No me hagas esto Nicolás.
-Dame otra oportunidad; por favor.
Terminó de armar el bolso, se vistió mientras Nicolás quería de alguna forma impedir que se fuera, pero no tenía fuerzas, no entendía por qué no la retenía, porque no le mostraba que podía mejorar.
Ella tomó el bolso, lo miró a los ojos y supo que nada tenía que hacer al lado de este tipo. Él se metió en la cocina, tomo un cuchillo y se lo puso en la garganta:
-Te lo juro, si te vas me mato.
-No Nicolás, no te vas a matar. Chau -y la puerta se cerró.
El chuchillo permaneció en el cuello durante unos minutos y luego lo colocó sobre la mesa.
Todo estaba en silencio, todo había terminado, el fracaso inundó todo el cuarto mientras unos pájaros comenzaron a hacer sonidos desde la ventana. Nicolás se sirvió otro trago y continuó mirándose la panza. Panza de cerveza, de whisky, de poca comida.
El teléfono sonó pero Nicolás no atendió, el aparato cesó. Segundos después volvió a sonar, tampoco atendió.
Una tercera vez se escuchó el aparato. Esta vez atendió:
-Sí…
-Buena tardes con el Sr. Nicolás Sastre -la voz tenía un acento español
-Soy yo…
-Lo estoy llamando de “Estrellas de Limbo”
-Y…
-Bueno Ud. nos mandó un material hace unos 10 meses
-Y…
-Joder tío ¡QUE QUEREMOS EDITAR SU DISCO! Mire; anote esta dirección y vaya a esta oficina para le den más detalles. ¡FELICITACIONES!
-Gracias.
-Sr. Sastre… vaya con buen aspecto; sospecho que Ud. no se fija en ello.
Nicolás anotó, colgó y se quedó mirando la ventana mientras los pájaros parecían sonreírle o tal vez era la vida la que lo hacía. Y todo estuvo bien.