Me retiro al fin de todo esto;
del sol, de las lágrimas, de las sonrisas.
Me retiro de las manos bien estrechadas,
de los poemas de amor; de las canciones de amor.
Levanto el campamento
que hace años está a la espera
de buenas intenciones, de cálidas palabras,
de rostros sinceros.
Levanto ante mí un paredón de viejas botellas,
oscuro, áspero y cruel.
Me retiro de los intentos, los ideales,
y los buenos modales.
Y así, mientras la fuerza sigue intacta,
me quedaré mirando la vida en el único lugar
desde donde todo se ve con más claridad;
donde la vida es vida,
y no un manojo de sueños y proyectos por cumplir;
ahí, donde siempre estuve y estaré;
en la cuerda floja.
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