domingo, 4 de abril de 2010

Curiosidad


Sonó el timbre como a las 2 de la mañana. Me alegré, seguro era mi estimado amigo que siempre pasaba después de su trabajo a verme. Ese día llegó un tanto más tarde. Busqué los pantalones y en mi salida choqué con la última botella de cerveza que había bebido:
-Qué alegría verle. El sonrió y nos dimos un abrazo. Cruzamos el pasillo largo que conducía a un pequeño patio que daba a la puerta de entrada a mi casa. Le di las malas noticias:
-Mi amigo; no tengo dinero y mucho menos nada para beber. El asintió con la cabeza:
-Pues entonces no tenemos nada que hacer acá. Cambiate y vamos; me invitaron a una reunión.
Obedecí. Mientras abría la puerta un fuerte olor a mierda de gato me lo recordó:
-Che, hace un par de días que no veo a Priscila.
-Espero que esté bien.
-Yo también -contesté.
Puse llave y salimos con algún rumbo, incierto para mi, sumergidos en la más oscura de las noches del barrio de Villa Crespo.
Caminamos tranquilos, fumando un cigarro en silencio. Entonces él habló:
-¿Comiste?
-No.
-Yo tampoco. Vamos a comer algo.
Cruzamos corrientes y previa parada al cajero automático nos encontramos parados en una de esas pizzerias en las que por sólo seis pesos te llevás una grande de "muza". No tuvimos suerte, la pizzeria tenía demasiados pedidos por entregar y nosotros mucho hambre. Nos fuimos a una casa de empanadas que estaba justo cruzando la avenida y pedimos 6 empanadas y una cerveza. La cena fue cara. Hoy en día una empanada cuesta cuatro pesos y ninguno de nosotros dos sabía cual era la razón. Nos llevamos todo aquello en unas bolsas de nylon blancas. La muchacha que atendía nos abrió la puerta mientras yo le hacía un paneo a su atractivo culo. Era un lindo culo.
Nos sentamos en la vereda metros más adelante y nos dispusimos a comer y beber:
-Tiene lindo culo esa mina -mordí una de jamon y queso.
-Sí; lo tiene.
-Creo que se fija un poco en mí -él abrió la cerveza con el encendedor. Todo un arte.
-¿Te parece?
-Sí, creo que sí. Che ¿a dónde vamos? -tomé otra empanada.
-Me invitaron a una casa muy cerca de acá. Tal vez podríamos ir a ver que onda -me pasó la cerveza.
-Está bien -tomé un buen trago. Mientras lo hacía una mujer mayor pasó montada en una de esas bicicletas de montaña. Vestía una campera de rompe vientos color verde y unas calzas rosas. Se veía bastante mayor. Parecía tener la velocidad de subida pues daba frenéticas pedaleadas que la hacían ver un tanto extraña:
-Eso es extraño -dije.
-Sí; lo es.
Terminamos la cena y partimos. Pasamos justo frente a la casa de empanadas donde la chica del lindo culo terminaba de cerrar y se iba abrazada con uno de los pibes que laburan ahí:
-Bueno; tal parece que no estaba conmigo -le dije mientras el soltaba una leve carcajada.
Dio dos toques al timbre y esperamos. Nada. Lo intentó nuevamente mientras yo daba unos pasos hacia atrás para ver si alguien se asomaba. En un balcón dos tipos conversaban:
-Hey -les grité -estamos abajo.
Lucas se paró a mi lado:
-Hola ¿Está Andrés?
-Esperá -respondió uno.
Minutos después la puerta se abrió. Era una puerta gigante y se notaba pesada, frente a mí unas escaleras, muchas escaleras. Subimos; Andres nos acompañaba.
Era un departamento extraño, de grandes dimensiones acompañado de un excesivo olor a humedad. Me gustó que la heladera esté en el living. Cuando estás sobrio es necesario ver con tus propios ojos cuando te sirven un trago. Luego ya no importa.
Nos presentaron con las personas que se encontraban en el lugar; había tres mujeres y unos cuatro tipos. Me gustó una de ellas, tenía buenas tetas y una linda sonrisa. Lo tipos tenían pinta de idiotas y no tardé mucho en cerciorarme de ello. Creo que Schad también se dio cuenta, y también le gustó la mina de las buenas tetas.
-¿Qué toman?.
-¿Cuánto hay que poner? -respondí.
-Quince.
-Tomá, yo voy a por mi trago.
-Muy bien, ahí está la heladera.
Entonces bebimos, Lucas, Andres, las tres mujeres y los cuatro idiotas. Bebí unos tragos largos y rápidos para intentar entrar en sintonía. No tenía muchas ganas de hablar de sus universidades, de sus carreras, de sus proyectos. Schad lo sabía así que sólo contribuía a recargar mi vaso mientras yo permanecía en silencio. Claro; sólo hasta embriagarme.
Y ahí lo solté todo, lo de siempre, lo que siempre hago cuando me embriago, aborrecerlos a todos en sus caras. Hacerles la contra, mostrarles que sus vidas son insignificantes. Es que la mía también lo es , es sólo que yo estoy perfectamente consciente de ello. Y eso contribuye a mi sabiduría. ¡EL REY DE LA MEDIOCRIDAD! ¿Que si creo realmente en lo que digo? Claro que no... Ni en ellos, ni en mí, ni en nadie. ¿Entonces? Entonces puedo decir todo lo que se me venga en gana.
-¿Flaco; vos te pensás que sos el más borracho del mundo?
-Te puedo asegurar que soy el más borracho en este departamento.
-¿Y eso de qué te sirve?
Lucas me miraba de reojo, me conoce, sabe que los estoy poniendo nerviosos, sabe que estoy furioso, por ella, por todo. Y sobre todas las cosas sabe perfectamente que tumbaría a cualquiera de ellos. Él está tranquilo y sabe muy bien que yo no lo estoy.
Yo había estado observando a uno de los tipos. Iba y venía del baño y se lo notaba cada vez más exaltado. Era obvio; estaba tomando cocaína.
Me miró:
-Parece que sos un tipo duro -no respondí.
Se levantó dirigiéndose a una habitación, segundos después una enorme sonrisa lo acompañaba junto a un arma en su mano derecha. Cruzamos miradas con Lucas.
-Esta me la regaló mi viejo.
-Mirá vos.
-¿Te gustan las armas?
-No...
-¿Por?
-No lo sé, creo que soy un tipo muy curioso.
Le quitó el cargador, las balas brillaban con la luz del living. Lo volvió a meter. Estaba cargada.
-Che andá a guardar eso -dijo uno de los pibes.
-Pará; no pasa nada. Dale tomá, hacete hombre y agarrá un arma, gil.
Lanzó el arma hacia arriba y la tomó por el cañón dejando la culata frente a mis ojos.
-No.
-¡DALE!
Las tres mujeres se levantaron:
-Che nosotras nos vamos.
-Ustedes no se van a ningún lado, acá no va a pasar nada ¿Y, GRAN BEBEDOR DE CERVEZA, QUÉ VAS A HACER?
Volvió a ponerme la culata en la cara. La tomé. Schad me sacó el vaso y me miró haciendo un movimiento de negación con la cabeza. Yo continuaba con el arma en la mano, era pesada y fría, y se sentía un poder increíble, algo adictivo.
Entonces lo pensé; esta es mi oportunidad, puedo cambiarlo todo en un segundo, algo tiene que pasar, yo tenía un arma por primera vez en mi vida y no podía dejar pasar ese momento.
-¿Y, cómo se siente?
Levanté la vista y lo miré esbozándole una sonrisa. Me llevé el arma a la sien.
-León deja eso -dijo Lucas mientras las mujeres y los idiotas se levantaban de las sillas. El otro tipo soltó una carcajada.
-Cuidado; está cargada.
-Te lo dije; soy un tipo muy curioso -apreté el gatillo y pude escuchar el estruendoso grito de Lucas a quien vi por ultima vez abalanzándose sobre mi ultimo segundo de vida.
Y luego todo estaba en blanco, todo estaba calmado, no existía la más mínima sensación de nada. Era la nada total. Era un buen lugar.

3 comentarios:

  1. che y que onda? es un relato post morten?

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  2. Claro que lo es; el personaje esta muerto.

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  3. No, lo escribió León en persona entre el instante en el que apretó el gatillo y el instante en que murió...

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