lunes, 31 de mayo de 2010

Rumbo a casa.


Desperté cuando un tipo que se encontraba junto a su novia me habló:
-Eh; disculpame que te despierte, pero tengo que sacar mi auto.
Me di cuenta de que estaba durmiendo sentado junto a la puerta de su vehículo. Me levanté y sacudí mis pantalones mientras un intenso dolor recorrió mi espalda.
-Si querés te llevo. Se veía amable pero decidí que no. No sé por qué lo hice, tal vez debería haber dejado que me lleve, esa noche hacía un frío cojonudo.
Comencé mi camino a casa pensando que ya todo estaba acabado, que mis decisiones habían sido de lo más incorrectas y que de verdad yo estaba completamente perdido sin solución alguna.
Hoy Trelew me veía despertar en la mañana, era otra ciudad a la que regaba sus veredas con el peor de mis aspectos. Otro lugar en el que no me sentía a gusto, ni el lugar a gusto conmigo. Me habían echado del boliche. Al menos sabía que no volvería pues me esperaba el mundo entero, bueno es posible que el mundo no me esperase pero no importa, voy a ir a por él y agarrarlo de las pelotas.
-¡Metete el boliche en el culo! -fueron mis últimas palabras antes de irme a ¿dormir? a la vereda.
Caminé de lo más tranquilo bajando por Pellegrini sintiendo como la helada de las siete de la mañana se mezclaba con el aroma que provenía de la panadería “La Fueguina”
Sentí hambre y aún mas frío.
-Seguramente ella jamás sintió hambre ni frío -pensé, contestándome a mi mismo que eso no me hacía mejor que nadie. No se trataba de ser mejor, pero creo que en ocasiones cuando la desidia es diaria una leve caricia puede hacerte reaccionar, o un beso, o cualquier signo que resulte interesante dentro de determinados parámetros.
Así que suspiré y continué mi camino sintiéndome identificado con los árboles, ya sin hojas, del lugar.
A metros de cruzar la “pista de atletismo” un auto disminuyó la velocidad y consiguió ponerse justo a mi lado. Era un buen auto, de esos grandes y nuevos que ocultan a sus ocupantes tras sus vidrios ennegrecidos. Me recordó al tipo de auto que siempre compra mi viejo. El vidrio bajó:
-¡Hola León! ¿Que hacés? ¡Tanto tiempo! No la reconocí, no sabía quién era pero era una mujer, y estaba sola.
-Hey hola… todo bien ¿vos?
-¿Dónde vas?
-A mi casa.
-Subí, te llevo. Subí.
Nos dimos un beso en la mejilla, olí su perfume, era el “Ultra Violet” de Paco Rabane. Puedo reconocerlo en cualquier lado, solía amar a una mujer con ese perfume.
-¡León Imperiale! ¡Tantos años! -me dijo sonriendo mientras hacía ruidos con la nariz.
-Ese soy yo, pero la verdad no tengo idea de quién sos vos. No te puedo recordar.
-Jajaja, no te preocupes, no hay problema.
No le pregunté su nombre.
Frenamos en un semáforo, ella respiró profundo y me miró mientras se acomodaba su castaño cabello colocándose un clip y dejando al descubierto un rostro particularmente bello, extendí mi mano y le acaricié la mejilla, y ella devolvió la caricia a mi mano.
-Vos no cambiás más. ¿Cómo sabés que no te daría un cachetazo por haberme tocado?
-No lo sé; pero vos me estás llevando a mi casa y yo me pregunto cómo sabes donde vivo.
-Jajaja; sólo lo sé. ¿Querés una raya?
Entonces arrancó el auto y continuamos. Yo no respondí.
-¿No querés?
Ya estábamos a un par de cuadras de casa, la miré.
-La verdad es que no tengo ganas de quedarme despierto mirando el techo de mi casa, así que… paso. Frenamos en Marconi y Cambrin.
-Bueno; tal vez podrías venir a mirar el techo de mi casa. Tengo cerveza… y Jack Daniels.
Frenó en la puerta de la casa de mis viejos, los autos estaban estacionados y podía oír a los perros ladrar mientras la vecina de junto regaba la vereda y se apresuraba a acercarse para mirar bien quién había llegado.
-Qué vieja chusma de mierda -le dije– dale vamos a tu casa -sonrió y me besó en la boca.
Era un lindo departamento, acogedor, en el medio había un sillón bastante grande, lleno de almohadones que me invitaban a sentarme y acurrucarme en ellos. Ella se quitó los zapatos y fue a la cocina:
-Sentate, ahora vuelvo. Me senté sintiéndome muy cómodo apreciando el momento, recordando que hace sólo unos minutos atrás nada tenía sentido en mi vida, llegando a la conclusión de que siempre algo sucedería, que tal vez estar perdido me daría la ventaja de no esperar absolutamente nada de nadie, y sólo cualquier buen indicio se trasformaría en una gran aventura, una gran sorpresa. Mi vida volvía a estar alineada… al menos esa mañana.
Regresó con el Jack Daniels prometido, una botella de vino espumante, cuchillo y un plato. Luego fue a por los vasos. El mío tenía hielo y era un verdadero vaso de whisky.
-¿Te encargás? Me pasó la coca, el cuchillo y el plato. Volvió a besarme.
Coloqué el plato sobre la mesa ratona y me ocupé del asunto mientras observaba unos lindos cuadros en la pared color beige. Era una buena cantidad. Terminé, me serví un trago y esperé a que apareciera.
-Perdón; me fui a poner mas cómoda.
Vestía unos shorts algo cortos y una remera color azul con un logo que decía “Puerto Madryn Patagonia Argentina”. Se sentó frente a mí luciendo unas fabulosas piernas cruzadas.
-Están buenas tus canciones, no sabía que eras músico.
-No soy músico, soy escritor.
Armé cuatro rayas.
-¡Jua! ¿ESCRITOR?
-Un gran escritor…
-Bueno, si vos lo decís… ¿y sobre qué escribís?
-Sobre estas cosas.
-¿Qué cosas?
Las cuatro rayas ya no estaban.
-Hace un momento era un tipo cagado de frío y ahora estoy con una linda mujer en su casa. Escribo sobre eso.
-Ah… ¿vas a escribir sobre mí?
-No; no lo creo.
-Bueno; mejor. ¿Pongo música?
-Como gustes, es tu casa.
Atrás de su sillón había un equipo de música. Tomó el control remoto y le dio play estirándose contoneando su culo frente a mis ojos y dejando al descubierto una tanga color blanca. Me gustó, así que me levanté, y cuando se volvió acerqué mi boca a la suya y nos besamos con gran intensidad, lamiendo nuestras lenguas. Estiré mi mano y la pasé por su entrepierna:
-¡Epa! Tranquilo… tenemos tiempo.
Regresé a mi lugar me serví más whisky y armé otras cuatro líneas, esta vez, más prolongadas que las anteriores.
Hablamos mientras los tragos y todo lo demás se mezclaba en nuestros cuerpos.
-Jajaja; sos muy gracioso de verdad. ¿Cuándo fue que cambiaste tanto?
-El día que vi los hilos en las marionetas.
Se sentó a mi lado, y clavó sus ojos en los míos. Yo quité la mirada enfocándome en sus piernas, luego percatándome de mi vaso vacío.
-Necesito otro trago.
-¿Si? Creo que ya tomaste bastante.
-Necesito otro trago.
-Servítelo vos…
-Está bien.
Me serví, sabiendo que ya no podía beber más, la cuestión estaba fuera de mi control. Ella lo notó, así que antes de llevarme el vaso a la boca comenzó a besarme metiendo su mano por debajo de mi remera, y casi sin darme cuenta el vaso ya no estaba en mi mano, ahora tenía aquel lindo culo en mis manos.
Se sentó sobre mí haciendo movimientos hacia atrás y adelante con sus caderas. Yo ya estaba bien empalmado, introduje delicadamente uno de mis dedos haciendo a un lado el short que ya no servía demasiado para cubrir su sexo. Gimió metiendo su lengua en mi oreja llevando poco a poco su mano a mi bragueta. La abrió y se arrodilló succionando con suavidad. Me quitó los pantalones y yo quité los almohadones que ya no me servían. Le besé el ombligo bajando poco a poco introduciendo mi lengua en su concha.
-¡Cojeme!
Y comenzamos, primero muy despacio y luego las sacudidas se hicieron más fuertes, acompañadas de groserías y un fuerte latir en mi corazón. Una y otra vez, explorando nuestros cuerpos, en todo el sillón, la cocina y el baño, estallando en un final ruidoso y sudado.
Me senté a un costado del sillón y encendimos dos cigarrillos. Nos quedamos en silencio varios minutos y yo volví a perderme en los cuadros en la pared.
-Bueno -me dijo- mañana tengo muchas cosas que hacer, me voy a dormir ¿te llamo un taxi?
-Dejá, me voy caminando; pero sólo después de este trago y una raya más.
-No hay problema.
Terminé con todo eso y salí, ella bajó a abrirme y me despidió rápidamente con un beso en la mejilla, yo me quedé observándola como, casi en un trote, se dirigía al ascensor.
Me di cuenta de que estaba más lejos de casa que cuando salí del boliche, eran ya las once y media de la mañana y los últimos ejemplares del Diario El Chubut eran vendidos por los canillitas. Me crucé con uno de ellos:
-¿Diario patrón?
-Sí, claro. Compré uno con los últimos tres pesos que tenía y caminé tranquilo nuevamente hasta mi casa mientras los árboles sin hojas se parecían más a mí y el país se preparaba para festejar un bicentenario que no me interesaba para nada.

3 comentarios:

  1. "Me di cuenta de que estaba durmiendo"

    Me di cuenta QUE estaba durmiendo sentado junto...

    escribir "DE QUE" no es certero.

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  2. Estimado Claudio:
    Con el mayor respeto le sugiero que revise su teoría sobre "queísmo" y "dequeísmo", ya que está usted equivocado en este caso.
    De todas maneras se agradece su intención de colaborar con el correcto uso de la lengua en nuestro espacio.

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