jueves, 3 de diciembre de 2009

Humo Azul

Salí a tomar un poco de aire, la música estaba bastante fuerte y el olor del bar era nauseabundo.
Afuera el clima era cálido. Encendí un cigarrillo. El cielo despejado dejaba ver todas y cada una de las estrellas del firmamento. Di una calada profunda al pucho y pensé en ella.
Ebrio, recordé su sonrisa, sus manos, su voz, sus ojos, su pelo entre mis dedos, la piel blanca; conocía cada uno de los lunares de su cuerpo. Me imaginé acariciándola, riendo juntos, besándonos.
Sonreí, y una lágrima recorrió mi cara.
-Te amo -logré balbucear.
De pronto la puerta del bar se abrió:
-Che, León ¡Vení que Ángela se está poniendo en bolas, y nos va a "tirar la goma" a todos!
Sobre mi hombro contesté:
-Ahora voy…
Tenía que volver a la noche, al alcohol, a las putas, a los asquerosos baños, los vómitos, los borrachos, las veredas y resacas.
No pensaría en ella, al menos por un tiempo.
Terminé el cigarrillo con otra gran pitada y observé el humo azul, abrí la puerta, alguien salió al tiempo que yo entré:
-Que no decaiga, amigo -le dije
-¡Andá a cagar! -y me hizo una seña con el dedo.
Al entrar alguien me tomó del hombro:
-¡Tu turno Elvis! -y me prendí a la fiesta.
El frío de la vereda me despertó, la resaca era terrible. Palpé mi bolsillo, tenía algunas monedas.
-Mierda, ¿dónde está la línea A?

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