martes, 7 de julio de 2009

K.O. En la barra


k.o. en la barra

La bebida puede encontrarte con muchas personas y lugares diferentes; en cuanto a las personas, generalmente son mujeres, y en cuanto a lugares, casi siempre es un bar de mala muerte. Pero tengo presente la combinación de dos cosas, alcohol y mujeres. Me gustan las mujeres que beben. Por la tarde me encontraba en casa, estaba en período de componer alguna canción. Sonó el teléfono, era Carla:
-¡Hola Elvis! Nos juntamos en el bar con las chicas esta noche. ¡Venite!
-Ahí estaré. Chau linda.
Carla era una amiga desde hace algún tiempo, no era muy bonita, pero tenía una simpatía que atraía. Casi siempre contaba sus historias acompañada de “estaba tan borracha que…” o “iba por la séptima cerveza cuando…”, etc.
La verdad nunca había bebido con ella, la encontraba por los bares y siempre estaba ebria. Se abalanzaba sobre mí jactándose de todo lo que había consumido. Yo sólo reía y le daba mis felicitaciones. Esperaba mi aprobación, y me preguntaba cuánto había bebido esa noche. Algo parecido a una competencia. Yo no le daba importancia, además, cuanto más borracha estaba, mas rápido nos íbamos a mi departamento.
Ya en el bar, éramos 4 personas y tres cadáveres de Quilmes en la mesa. Entre risas, cigarrillos, anécdotas y escotes, Carla pidió otra cerveza.
-Che ¡no te vas a poner en pedo hoy Carla eh!- le recomendó una colega.
-¿Yo? Puedo tomar 4 ó 5 más seguro -contestó después de haberse bajado de un fondo su vaso.
-No es necesario que tomes tanto, no tenés que ganarme -dije en voz baja.
El comentario había herido su orgullo, pero no me preocupé, miré a otro lado y seguí bebiendo.
-¿Ganarte? ¿Y quién te quiere ganar? ¿Te pensás que tomás más que yo? –me dijo casi levantándose de la mesa.
-Así lo creo –contesté.
La verdad, no se por qué lo hice, no soy un tipo arrogante, pero a veces necesito poner a la gente en su lugar. Y, realmente, yo no creía que Carla tuviese un lugar de bebedora. Más bien parecía una chiflada que pisaba una chapita y se emborrachaba, justificando así las estupideces que decía o hacía. No podía permitirlo, la cerveza no es para cualquiera. Quedó un poco enojada, y no cruzamos más palabras por algún periodo de la noche. Decidimos irnos del lugar hacia un local bailable.
Parado junto a la barra, me tomaron del hombro:
-Vení, vamos a tomar algo -era Carla.
-Me parece bien, ¿cerveza? -le dije.
-Sin lugar a dudas -y me sonrió.
Terminé de un sorbo la que tenia en la mano y pedimos dos Quilmes.
-Sabés algo Elvis, me gustabas un montón, hace tiempo. Al principio, cuando llegaste a Trelew, eras lindo, siempre bien vestido, con una mujer distinta de tu mano casi todas las noches.
Me hizo reír un poco.
-Mis amigas hablaban de vos, y de tu amigo, siempre juntos, como si fueran dueños de la noche, nos gustaban, pero los veíamos tan fuera de nuestro alcance...
Ese tipo de “halagos” me ponían nervioso, yo sabía a dónde quería llegar, y no se hizo esperar mucho:
-Pero ahora, ¡ja! Estás bebiendo con nosotras, gordo, siempre borracho, sin ningún futuro. Vas a morir en este pueblo dejando embarazada a alguna boludita, y de remisero; uno más que se durmió en los laureles, ¡jajajajaja! –reía con ganas, de verdad con ganas. “Jajajajajaja” de repente, se tambaleó un poco, lo vi en su mirada, se veía mareada. El lugar estaba repleto, y no había mucho aire para respirar; no obstante, me acerqué a su oído, procuré que me oyera bien:
-Carla…¿te das cuenta? ya terminé mi cerveza, y vos ni siquiera vas por la mitad- sonreí
Ella se tomó la boca con la mano, vomitó y cayó al suelo. El rival había sido destruido, Elvis era el ganador. Pedí otra cerveza, y me quedé bebiendo sintiendome muy bien.

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