viernes, 10 de julio de 2009

Vagabundo


-Pibe, levantate, no podés dormir acá.
-Uh…
Siempre lo dije, Bulnes es la mejor y más acogedora de las estaciones de subte. En invierno no se mete mucho frío, y si llueve, sólo algunas gotas pueden mojarte. Pero si sos precavido y llevás una buena campera, pasarás una noche, medianamente seco.
Cuando era pibe, recuerdo temerle mucho a ese tipo de cosas. Al hecho de no tener un lugar para dormir, no tener comida, pasar frío, estar completamente solo.
Miraba con angustia a los chicos de la calle, y le pedía a “Dios” que nunca me pase algo así.
Hoy, el hambre, el frío y las veredas se han hecho parte de mí. Lo cierto es que tengo trabajo, una cama, pero el problema es que me embriago tanto que a veces tengo que dormir en algún lugar ya que no tengo las monedas necesarias para tomarme el 24 y llegar a casa. Mucho menos ganas de caminar, por lo tanto, las plazas y las estaciones de subte se han transformado en mis albergues.
Cuando despierto (o me despiertan) en una entrada de departamento, miro el lugar e intento saber donde estoy.
El estómago vacío, la resaca y el dolor de espalda se hacen sentir bastante, así que camino un poco, preguntándome: ¿estoy bien? ¿estoy realmente bien?
Cuando descubro que no necesito nada excepto una guitarra, un papel y un lápiz, cuando decido que los últimos 50 pesos que tengo a mediados de mes serán destinados a unas botellas de vino y cerveza, cuando apago el maldito aparato celular durante días, descubro mi otra vocación: vago.
Es verdad, tal vez, yo no sea un vagabundo, mi situación es bastante diferente, no hay punto de comparación. Las adversidades las provoco yo, y no por una cuestión de autoflagelación, más bien es por la innegable verdad que soy un amante de la “joda”. No mido ni por un segundo si mañana no tendré un centavo. Caminaré, dormiré por ahí, comeré algo que me regale alguien.
Soy sincero cuando digo que hubiese sido un buen vagabundo, porque hay una máxima que siempre me repito:
“…a veces pienso que la vida da muchas oportunidades, a las que veo pasar sin pestañear, mientras me tomo un trago…”.

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