viernes, 19 de febrero de 2010

Equilibrio

Amaneció, como todos los días, me serví una copa, prendí un cigarrillo escuchando atentamente el sonido rasposo del encendedor. Ya con el cigarro en brasa, respiré profundo dejando que mis pulmones saboreen la primera calada de humo.
El encendedor, un objeto que perteneció a ella, tiene unos dibujos “animé” que lo adornan, lo tomé fuerte en mi mano, llevándolo a mi frente, como queriendo transportarme al mismísimo momento en el que aquella mujer de Rumania me lo dio.
En la cama, hay otra mujer, durmiendo, respirando, roncando. Se la nota cansada, yo también lo estoy. Su cama, que en realidad es un colchón en el piso, es grande y nuestras ropas están por todo el lugar. Noto que algo me molesta en la espalda, es un paquete vacío de preservativos. Ella todavía duerme.
Por la ventana, se ve una construcción, y hombres trabajando, ellos pensando seguramente en sus cosas, en sus deudas, en sus mujeres, sus hijos, sus borracheras. Y yo aquí, con una mujer en una cama en el piso de un departamento en Palermo, con un vaso de cerveza en la mano, con mi voz gastada de tanto hablar, cantar, y, si mal no lo recuerdo, llorar. Me siento un maricón.
La chica del encendedor, con su pelo castaño, con sus anteojos de marco negro, con su piel blanca, decidió que ya no era importante escribirme, que ya no era divertido leer mi correo, que en Argentina, nunca hubo ningún “León”.
Y esta otra mujer, en su cama, durmiendo, y yo pensando en aquella otra, que esta lejos, que ya no me recuerda.
No se si despertarla, no sabría que decirle.
Me visto despacio, primero mis pantalones, luego la remera, y las zapatillas. Hago unos buches con agua, enciendo un segundo cigarrillo, bebo un segundo trago de cerveza, tomo mi guitarra y me voy.
Sigo pensando en la mujer del encendedor, en la mujer de los aros olvidados en mi cuarto, en la mujer de “Pequeña de Rumania”.
El vacio que dejaron sus pocas palabras en español es demasiado grande. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Cómo es que alguien pudo meterse en mi vida de esta forma?
El sol pega fuerte, al menos la resaca fue esquivada con esa cerveza que bebí al despertar.
No habrá nunca forma de saberlo, una vez más, ellas se van, y nunca regresan. Tal y como yo lo acabo de hacer, me fui, y jamás volveré a ese departamento en Palermo. Todo tiene su equilibrio… Mientras aquella mujer sigue durmiendo y yo, pienso en mi “Pequeña de Rumania”.

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