viernes, 19 de febrero de 2010

El Monstruo


Debe ser difícil hacer las cosas correctamente. Comportarse como se debe, lo he intentado en varias ocasiones. Pero las cosas no salen como las espero.
Por aquellos días tenía encuentros con Rita, del tipo de mujer que siempre me rodea, congeniábamos bastante bien. Excesos, alcohol, buen sexo sin saludos ni despedidas.
Estar con Rita era fácil, ella jamás preguntaba nada, y sólo se preocupaba por mantener su copa llena, fumar un poco de marihuana o aspirar unas líneas. Era extraño, yo no sabia siquiera dónde era su casa, o de su familia o si estaba triste, no sabia nada de ella. Eso me tenía aun más tranquilo y despreocupado, como me gusta estar.
Una mañana de resaca desperté en una vereda, el sol pegaba fuerte en mi cara, de fondo podía oír los autos y colectivos que comenzaban a transitar la mañana de Trelew. Una blusa roja se paró justo frente a mí, no dije nada, temí arruinarlo, la figura se veía bastante bien.
–¿Necesitas algo? -preguntó, y comprendí que estaba durmiendo en la puerta de un kiosco. Le dije que no, me paré y sacudí mis pantalones. Le sonreí ella devolvió la sonrisa.
-¿Te sentís bien? -indagó otra vez. Notó que había sido una noche larga y se ofreció a darme agua y unas pastillas. La charla empezó, y comencé a sentirme mucho mejor, yo hacia chistes y ella reía, estábamos conectándonos, se sentía en el aire, los clientes del kiosco también podían verlo. O tal vez se preguntaban si habría que llamar a la policía teniendo en cuenta mi mal aspecto.
Su nombre era Marina. A medida que los días pasaban, comenzamos a vernos más seguido, frecuentaba mi casa, nos divertíamos, no llevábamos la misma vida, pero todo cuadraba bien. Cocinaba para mí, ordenaba el cuarto, alquilábamos películas. Teníamos charlas interesantes, de literatura, música. Le encantaba escucharme cantar. Y siempre repetía: “¿me vas a escribir una canción?”.
Yo sólo sonreía y la besaba.
Como de costumbre, Marina se iba a dormir temprano:
-Descansa León, no salgas, no te hace bien –tomaba mi mano me besaba y cruzaba la puerta.
Tenía una forma muy especial de hacer las cosas, pedía permiso para todo, se vestía combinando los colores, siempre bañada y perfumada, una buena mujer, una buena persona. Difícil de encontrar.
Cuando se iba, la cosa se hacia difícil, la tristeza y la soledad invadían la casa entera y sólo era cuestión de minutos para que llegase Rita, ebria y tambaleándose entraba en casa sin aviso, con 3 cervezas en la mano, gritando:
-¡Dale gordito! Levantate, ¡hoy salimos de conga!
-Estoy un poco cansado…- respondía, intentando hacerme el dormido.
-¿Cansado?... bueno entonces me voy a quedar acá bebiendo sola escuchando música por si llega algún amigo tuyo. ¡Así la paso bien!
Ponía la música a todo volumen, se servia dos vasos, bailaba y cantaba hasta que ya no podía evitarlo, me levantaba y la acompañaba:
-Bueno, pero sólo un vaso, y te vas.
-Dale ¡Me parece bien!
Cerveza y una linda mujer. Una combinación que no podía evitar.
Al otro día sonaba el teléfono, tenia la cabeza aturdida por la resaca, y Rita dormía apoyada en mi brazo, al cual lo sentía entumecido. La corrí, ella simplemente se dio vuelta y siguió durmiendo.
-Hola León, te llamé temprano, pero no atendiste, pensé que habías salido a algún lado.
-Hola Marina, me quedé en casa. Estaba durmiendo -contesté mientras me ponía los calzoncillos.
-Ah bueno, te quería invitar a cenar hoy, ¿te gustaría?
-Si, me gustaría, tengo que hacer unas cosas a la tarde, y después paso por el kiosco ¿OK?
-¿A la tarde?
-Sí, más bien a las seis de la tarde, tengo que llevar unos trabajos al instituto.
- León…son las ocho de la noche.
-Uh…entonces tendré que dejar lo del trabajo para mañana.
Se la notaba afligida, pero sabía que no teníamos ninguna relación formal. No estábamos comprometidos, así que cualquier pregunta o cuestionamiento, no era adecuado.
-Marina; si no querés que vaya, lo entiendo.
Suspiró, y echó una hermosa risa:
-¿Te vas a perder unas milanesas a la napolitana?, ¡te espero a las 10!
-Ahí estaré, te mando un beso.
Colgué.
Rita despertó, se cambió, levantó su cartera y se fue. Nunca se despedía, no saludaba ni nada. Sólo se levantaba y se iba. Me parecía bien.
Paseando con Marina una tarde de marzo, noté que no habíamos cruzado ni una palabra en todo el paseo, a decir verdad hay veces que permanezco completamente en silencio, durante todo el día, pero sentí que ella tenía algo para decirme.
-¿Te pasa algo? -pregunté. Me miró e hizo una pregunta que no esperaba:
-¿Te gustaría que estemos juntos?
-¡Estamos juntos!- le dije mientras la tomaba de la cintura.
-Sí, ya lo sé, pero algo más serio.
Mi cara se transformó.
-¿Novios? -le dije…
-Sí…-
Lo pensé un momento, la miré, era hermosa. Los dientes eran perfectos, un hermoso cuerpo. Como un ángel, que me cuidaba, quería cuidarme, al menos hasta que supiera quién era realmente.
-Creo que estaría bien –respondí.
Me abrazó, y me dijo:
-Te quiero, vamos a ser felices.
Me sentí muy bien, le respondí lo mismo. Lo merecía, la verdad, no soy tan malo ¿Por qué yo no podría tener una persona así a mi lado? Sería bueno para mí estar más tranquilo, y ella era la persona indicada.
Indudablemente pocas veces he podido hacer las cosas correctamente, y esta, no era la excepción.
Un par de semanas bastaron para darme cuenta de que no podría estar con alguien como Marina.
-Salí hoy con tus amigos León, yo salgo con las chicas- me dijo mientras cocinaba algo que olía exquisito.
-Mmm, bueno dale, nos vemos en “Marga” cualquier cosa.
Después de cenar me dispuse a contactar a los muchachos. No era difícil, seguro estarían en el bar. Sobre todo Hank.
Indudablemente estaba en la barra:
-Hank…
-Cabrón…- me dijo mientras con una seña pedía otro vaso.
Como de costumbre hice un fondo a mi primer vaso de cerveza, me gusta beber rápido.
-¿Cómo va todo?
-Todo muy bien, haciendo… nada -respondió al tiempo que recargaba mi vaso.
Y así nos quedamos. Me gusta pasar tiempo con Hank, es un gran amigo y un muy buen escritor, a veces pasamos tiempo hablando y bebiendo. A veces sólo bebemos sin hablar, y a veces bebemos, se levanta y se va. No me molesta, así es Hank, a los demás si, pero a mí no me molesta.
En algún momento de la noche decidimos irnos al “Establo”. Seguimos bebiendo, y allí apareció:
-¡Hola gordito! ¿Cómo estás?
¡Puta madre! Por qué carajo se tenía que aparecer, encima vestida así ¡con las tetas al aire!
-¿Qué haces Rita? ¿Cómo estás?
Hank me miró, levantó la ceja y desapareció. “Hank, cabron, me las vas a pagar”.
-¿Qué estás tomando? ¿Me convidás?
Así comenzó todo, el baile, el contoneo, el escote bamboleándose. Yo miraba para todos lados, rascándome la cabeza y bebiendo aun más rápido. Ella, me miraba fijamente a los ojos. Bebí, bebí y bebí.
El teléfono me despertó:
-Hola amor, no te vi anoche ¿te fuiste a Rawson? Eso me dijo Hank.
No recuerdo bien qué respondí, la sola idea de mirar al costado de mi cama me estremecía.
-Te espero hoy en casa, besos, te quiero.
-Hasta luego -y colgué
Rita despertó, se cambió, agarró su cartera y se fue, como siempre, sin despedirse.
Estaba sentado al costado de la cama, tenía que hacer algo, y lo decidí. Fui a la cocina, abrí un vino. Celular en mano, le mande un msj:
“¿podes venir a casa?, tenemos que hablar”. No sabía qué le iba a decir, una vez más, las cosas no salen como las espero.
Bebí un par de vasos y sonó el timbre:
-Pasá, está abierto.
Entró, se veía más linda que nunca, sonreía, radiante. Traía unas facturas, así que calculo, eran como las seis de la tarde.
-Ay León, estás tomando a esta hora, te hace mal y lo sabés -tomé su mano y la senté en una silla.
-¿Qué pasa?
Cómo explicarle la clase de persona que soy, cómo decirle que la había engañado anoche. No quería que me perdonara, me sentía mal, una basura, un Monstruo.
-Ya no quiero seguir, se terminó…
Sonrió asustada.
-Ah… ¿es una broma?
-No…-
-Y… ¿por qué?
-Anoche estuve con otra mujer, no sé cómo pedirte perdón, y no tengo explicaciones, así soy yo, un Monstruo -me soltó la mano, se paró.
Antes de irse me dijo:
-¿Sabés algo?, pensé que me habías llamado para otra cosa.
-¿Eh?
-Pensé que era para saludarme, hoy es mi cumpleaños -se fue, nunca más volví a hablar con ella.
Me senté, terminé la botella de vino y me fui a dormir.

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