miércoles, 10 de febrero de 2010

Beber

-Hey León -me dijo Schad -¿Por qué bebemos?
-¿Por qué? -le dije mientras recargaba mi vaso y pensaba en alguna buena razón.
-Sí, una razón, Charles tenía una buena razón, él decía que se suicidaría si no fuera por la bebida.
Seguimos bebiendo, como siempre, en grandes cantidades.
Ese día Schad se quedó en casa y por la mañana nos levantamos con una terrible resaca; peinó sus largos cabellos y se fue al trabajo.
Yo me quedé solo, el lugar tenía un aspecto horrible; botellas por todos lados, colillas de cigarrillos rebozando en los ceniceros y otras tantas en el suelo. Ropa en el piso, tierra y mugre en el baño. Todo acompañado de un nauseabundo aroma a encierro. Me gustó que fuera así; este era sin lugar a dudas mi hogar.
Tomé un billete de a cincuenta y fui al almacén que está justo a la vuelta de casa.
Me gusta la china que atiende ahí. Tiene buen aspecto. Siempre pienso que debe ser buena en la cama. En fin, llevaba conmigo 10 botellas de cervezas vacías, las cambié por llenas y pagué, fueron algo así como 35 pesos incluido el frío.
-Chinos de mierda -susurré.
Me crucé a la panadería de enfrente y compré una buena cantidad de pan. Sabía que sería un día largo y el pan absorbe bien el alcohol.
Llegué a casa cargando bastante peso. El claro del día me molestaba muchísimo. Mientras me disponía a abrir la puerta uno de los albañiles que trabaja en la construcción de un departamento justo al lado del mío me habló:
-Disculpe, se olvidó la funda de su guitarra afuera, está toda mojada.
-No hay problema; la voy a tirar, ya no sirve.
-¡OH! ¿Puedo quedarme con ella?
Revisé el bolsillo de la misma y encontré un poema y la letra de una canción. Estaban húmedas pero legibles así que los puse a secar sobre la mesa. No era un mal poema, hablaba de una linda mujer que había conocido hacía poco. ¿La canción? Lo cierto es que olvidé la melodía por lo tanto se transformará en un poema. Le entregué la funda al albañil.
-Yo tengo una guitarra también, solía tocar en Bolivia.
El tipo se veía triste, derrotado, cansado. No se puede esperar mucho de gente así.
-Qué bueno -le dije mientras le esbozaba una sonrisa que no me pertenecía.
-Sabe, tiene usted una muy buena voz, se escucha muy bien en sus ensayos.
Me agradó, lo dijo con sinceridad, podía verlo en sus ojos. Una vez más alguien me sorprendió.
Entré y cerré la puerta con llave. El lugar continuaba con mucha luz y no me gustaba, soy un tipo de las tinieblas, de encierro, de soledad. La gente que vive en la luz siempre sale lastimada. A los tipos como yo nada puede pasarles en la oscuridad, en la soledad y con la guardia bien alta.
Busqué una frazada y abrí las ventanas; se podía oler el cemento mojado y se escuchaba a alguien tocar el violín; lo hacía bastante mal.
Coloqué la frazada en los bordes de las ventanas y las cerré para que hicieran presión y la frazada se mantuviera colgando, tapando así la entrada de los rayos del sol.
Tengo una heladera pequeña así que decidí vaciarla para hacer espacio. Tomates podridos, latas de picadillo seco, un yogurt a medio terminar. Lo metí todo en una bolsa y lo dejé al costado del aparato, llenándolo luego con 9 botellas de cerveza de a litro.
Era hora de la primera. Lavé un vaso y me serví. Puse a Mozart, tomé los cigarrillos y bajé a mi lugar, mi refugio; me senté en el sillón y encendí mi muy vieja notebook, creo que es del año 97. Comencé a beber y a escribir.
Pensé en la pregunta de Schad ¿Cuál era la razón por la que bebía tanto? Busqué muchas razones, yo sabía que lo hacía desde los 12 años y que jamás había parado. Comencé a sentirme alcohólico. También pensé en Charles y la verdad es que no pienso en el suicidio, no quiero morir a los 26 años pues lo considero una estupidez. Ya los imagino: “Este pibe no pudo aguantar”, “¿León? Bebía un montón, nadie puede soportar esa vida”. Todavía puedo dar pelea, soy un tipo muy fuerte y no moriría por ellos, por el sistema, por el trabajo. Pronto lo dejaré y pasaré a saludarles, no por rencor, sólo para sientan que nunca fui uno de ellos.
Pero todavía no encontraba una buena razón para mi excesiva ingesta de alcohol.
Era ya la quinta botella, habían pasado muchas horas y el pan se había acabado así que decidí dormir. Tuve una horrible pesadilla donde tipos gigantes me golpeaban, donde mujeres africanas pintadas de azul tocaban mi cabeza provocándome fuertes convulsiones, donde mi última compañera moría con la cabeza estrellada contra el piso.
Desperté sudando y con mucho miedo, estuve unos minutos mirando el techo, me levanté, fui a la heladera y abrí una cerveza. Encendí un cigarrillo y le di play a El Tiempo de las Cerezas en el que fuerte y claro se escuchaba decir a Nacho Vegas “…soy cazador y no persigo, más que lo que huye de mí…”
Seguí pensando en la pregunta de Schad, seguí buscando razones mientras mi gata rodeaba mi pierna:
-¿Qué pasa mi amor? -me miró con sus ojos marrones y saltones:
-Miauuuuuuu...
-Está bien amor, sé lo que querés.
Le serví un buen plato de comida acompañado por un tarro de agua. Ella lo disfrutaba, me conoce, sabe que la olvido de vez en cuando y sabe también que con sólo unas caricias puedo recordarla. Ella me ama, aunque a veces no la recuerde.
El Tiempo de las Cerezas había terminado, entonces puse a Joaquín, Malas Compañías.
Ya era de noche, quién sabe de qué día y yo continuaba bebiendo sin ningún tipo de razón.
Acabé mi décima cerveza y sentí ganas de vomitar. Apoyé la cabeza en la mesa y ahí sucedió: recordé las últimas líneas de La Senda Del Perdedor, donde Chinaski se pregunta a sí mismo:
“¿Por qué es tan importante ganar?" Lo pensó un segundo y se respondió:
“Sólo porque lo es”
Y ahí lo comprendí; no hay ninguna razón para beber, sólo se trata de beber y punto.
Me acosté sobre la ropa tirada en mi cama sintiendo una agradable frescura y dormí muy tranquilo pensando que ya no necesitaría razones para beber, y eso está muy bien.

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